El sacerdote y poeta Ernesto Cardenal murió el pasado domingo en la capital nicaragüense, a la edad de noventa y cinco años. Cardenal, poeta consumado, fue ampliamente conocido por su compromiso y lucha frente al clan Somoza, familia que sembró miseria y pobreza en Nicaragua por más de cuarenta años.
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Nació en la cuidad nicaragüense de Granada, en 1925, donde bebió de ese grande de las letras llamado Rubén Darío. Estudió en México y Estados Unidos. Desde muy joven mostró una especial sensibilidad frente a la naturaleza. Sus poemas pasaron de mano en mano en papel mimeografiado dejando una huella profunda en miles de jóvenes latinoamericanos entre los cuales me cuento.
Como representante de la Teología de la Liberación dedicó su vida a luchar por los más pobres y en su trasegar político apoyó la lucha armada sandinista que derrocó a Anastasio Somoza en 1979. Fue por años ministro de cultura y también la conciencia moral del sandinismo.
En una reveladora fotografía aparece arrodillado ante su majestad Juan Pablo Segundo, el papa viajero, quien le recrimina públicamente su conversión a la Teología de la Liberación durante su famosa visita a Nicaragua en 1983. Vale mencionar que J.P. II entre otras cosas fue célebre por hacer la vista gorda ante las cruentas dictaduras que cobraron miles de víctimas en América Latina, igualmente ante sonados casos de abusos sexuales a menores.
También aparece un poco de soslayo Daniel Ortega, presidente de Nicaragua y antiguo amigo suyo, Cardenal denunció la constante persecución que sufrió a manos de Ortega y su esposa, dueños del poder absoluto en el país centroamericano, el poeta denunció sus excesos entre los que se cuentan más de 350 muertos desde su regreso al poder en 2006.
Anciano y frágil el poeta gastaba su tiempo en su austera casa de Solentiname, la comunidad que fundó en sus años de beligerancia, pasaba horas en silencio escrutando el cielo y las estrellas como un viejo astrónomo del medioevo.
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