¿Será Trump un contraespía que, en realidad, trabaja para perpetuar regímenes como el de Corea del Norte y el actual de Venezuela? El oficialismo en Pjonjang y Caracas está de plácemes con las amenazas de intervención, que lo justifica y contribuye a consolidar.
De verdad, se parece el que la embarra, borracho, en las fiestas y que, además, es pirómano. No hay semana que pase sobrio y no rompa la vajilla, bien en casa propia o ajena, donde amenaza con prender fuego. En la que terminó, quien ahora es apodado el tuitero mayor, puso en la picota al jefe de la bancada republicana en el Senado de los EE. UU su obvio copartidario y aliado, y también en la gloria, gracias a sus amenazas, a dos regímenes que pisotean la democracia: los gobiernos de Corea del Norte y Venezuela. Los subalternos inmediatos de Trump se ven en ascuas para recoger los platos rotos y procuran que las necias palabras no sean interpretadas como hechos reales.
Es difícil entender que un regimen como el de Corea del Norte logre mantenerse 28 años después de la caída del muro de Berlín. Dictadura de izquierda hereditaria, pobreza del pueblo y, también, acceso a las tecnologías que permiten utilizar la energía nuclear con fines bėlicos. La amenaza de Trump a Corea del Norte de días pasados, la de la lluvia de furia y fuego, interpretada como la disposición a utilizar la bomba nuclear, es similar a la que Truman utilizó antes de descargar las respectivas en Hiroshima y Nagasaki. Entonces, Japón se rindió y también murieron centenares de miles de indefensos civiles en un acto que merece el repudio de la humanidad. Trump quiere repetir, solo que Corea del Norte no es Japón.
Jean H. Lee es una periodista especializada en Corea del Norte, que montó la oficina de AP en Pjonjang. En un artículo brillante en el NYT explica por qué las amanazas de Trump son exactamente lo que el sátrapa norcoreano y su gobierno esperan. Por siglos, Corea fue una nación rodeada de gigantes que, por turnos, la asediaron, invadieron, pretendieron dominar. Mongolia primero, ampliada después a lo que es hoy China, Rusia, Japón, fueron los colosos invasores hasta antes del final de la Segunda Guerra Mundial. De ahí que uno de los cuentos para niños más conocido en el pais invadido sea el de El erizo derrota al tigre.
El adoctrinamiento de los niños en contra el tigre norteamericano
en las escuelas es dedicado a enaltecer el valor del erizo norcoreano
en contra del tigre: las espinas del erizo son misiles con ojivas nucleares
Después de la guerra de los cincuenta, que culminó con más de cinco millones de coreanos muertos y la división de Corea en dos estados, el tigre, por supuesto, son los Estados Unidos. Guerra que para los EE. UU. fue un fracaso en tanto que no cumplió el objetivo de impedir el establecimiento de un regimen comunista en esa parte de Asia. Como contraparte, la fecha del armnisticio en 1953 se convirtió, para el regimen de Corea del Norte, en el Día de la victoria. El adoctrinamiento de los niños en contra del enemigo, es decir, del tigre norteamericano, es, prácticamente, un asunto curricular desde el kindergarten. Imágenes y libros en las escuelas, museos, lugares públicos de memoria histórica, son dedicados a enaltecer el valor del erizo norcoreano en contra del tigre. Las espinas del erizo son, por supuesto, son los misiles con ojivas nucleares.
La lluvia de furia y fuego que Trump promete no hace sino legitimar el desvío de recursos públicos hacia el fortalecimiento militar y nuclear de Corea del Norte. Sufriremos hambre, pero debemos defendernos, es la consigna.
Fue un desastre la salida de la fracción representada
por María Corina Machado de la Mesa Democrática,
sellando la conocida falta de unidad programática y acción política de la oposición
Por estas latitudes, parece que Trump quiere Maduro para rato. No solo fue un desastre la salida de la fracción representada por María Corina Machado de la Mesa Democrática, sellando lo que todos sabemos, es decir, la falta de una unidad programática y de acción política de la oposición.
Las redes del oficialismo chavista muestran la euforia que ha provocado la amenza de intervención militar de Trump. El espíritu de Bolívar, la necesidad de prepararse para la agresión del imperialismo, son consignas que se ventilan, con amplia difusión, en las redes. Ecos de rechazo provenientes de Bolivia, Colombia, Chile y de otras latitudes latinoamericanas y europeas muestran algo inimaginable del 90 para acá: la ilusión de una reedición del ambiente de intervención de los Estados Unidos en América Latina hasta los ochenta del siglo pasado. El imperialismo existe, preparémonos, Cuba es el faro, dicen los reencauchados.
Claro, ocurrió: el sello de la intervención de los EE. UU. inauguró el siglo XX con el I took Panama que cercenó Colombia, el apoyo, por décadas, a los Somoza en Nicaragua, el derrocamiento de Árbenz, Goulart y Allende y la sustitución por regímenes militares en Guatemala, Brasil y Chile, la invasión en República Dominicana, Granada... Sin embargo, se supone que, después del 89, había cambiado la narrativa. La paz mundial, el compromiso de todos de cara al cambio climático y los DDHH, formaban, supuestamente, parte del cuento liberal contemporáneo, ya liberado de la guerra fría.
¿Por dónde vendrá la invasión? ¿Toma de Caracas? ¿Por el Orinoco y el estado del Amazonas? ¿Desembarque por Barlovento? ¿Por Maracaibo? La dicha, pues, para un régimen antidemocrático que estaba descapitalizado y que encontró, en la imbecilidad del incontinente Trump, el argumento de supervivencia quizás, por años. Y con oposición dividida, en la olla, pues.