Erdoğan o el delirio del sultán: el turno de Colombia

Erdoğan o el delirio del sultán: el turno de Colombia

"Colombia ha visto ya lo bueno, lo malo y lo feo en su relación con Turquía. Hoy es el turno de lo malo y lo feo"

Por: David Vallejo Acuña
mayo 31, 2017
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Erdoğan o el delirio del sultán: el turno de Colombia
Foto: BBC

Bien lo decía Filkins en su artículo para The New Yorker en abril del presente año, “hace 15 años Erdoğan era la esperanza del mundo islámico”. Como alcalde de Estambul se proyectaba como un líder “carismático, así como un tecnócrata inteligente”. Posteriormente, su posición férrea y aparentemente comprometida con la causa palestina lo posicionarían como el líder musulmán más sobresaliente
en Oriente Medio, crédito que aún hoy le alcanza. Los gobiernos occidentales vieron en él, y por ende en Turquía, un líder y un bastión ideal de cara a la amenaza terrorista en la región. Colombia no fue ajena a la popularidad y crecimiento económico vertiginoso de la nación turca, la eliminación del visado de forma mutua, así como ruedas de negocios y creación de cámaras de comercio marcarían una era prometedora en términos diplomáticos entre los 2 países.

Hoy el panorama es otro. El referendo que tuvo lugar en Turquía el pasado mes de abril marca sin duda una nueva era en la política turca. Los poderes de Erdoğan se potencian de tal forma que, no solamente le otorgan control sobre el sistema judicial, sino que también le permiten eliminar la figura del primer ministro, en pocas palabras, lo convierten en un dictador. Erdoğan podrá anclarse al poder, tal como lo ha hecho, por al menos 10 años más. Sin embargo, nada de esto sería posible sin tomar ciertas medidas que le garanticen no solamente controlar la información, sino también mantener a raya cualquier tipo de contrapeso político o ideológico. Tras el fallido golpe de estado el 15 julio de 2016, cerca de 2500 académicos turcos fueron arrestados por su supuesta participación en dicho evento. Periodistas, y todo tipo de actores sociales que se atrevan a cuestionar al “sultán” han corrido con la misma suerte.

Colombia ha visto ya lo bueno, lo malo y lo feo en su relación con Turquía. Hoy es el turno de lo malo y lo feo. Universidades colombianas de renombre han establecido relaciones con organizaciones sin ánimo de lucro provenientes de Turquía, logrando avances en términos de cooperación académica sin precedentes. Sin embargo, egresados y estudiantes de claustros como la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de Antioquia hemos visto cómo misteriosamente dichas relaciones se han visto alteradas. La Embajada de Turquía en Colombia publicó una carta abierta en la que manifiesta su “preocupación” a propósito de la relación de universidades colombianas con el movimiento al que el gobierno turco denomina como FETÖ, una supuesta organización terrorista dirigida por el señor Fethullah Gülen. El gobierno turco culpa del intento de golpe de estado a un hombre que se encuentra en exilio en los Estados Unidos desde 1999, miembro de la organización Hizmet la cual, a diferencia del movimiento nacionalista Millî Görüş (afiliación de Erdoğan), no ha tenido aspiración política alguna a lo largo de su historia.

Según Aslandogan, en artículo publicado en el Huffington Post, hay 3 razones por las cuales Erdoğan se ha obsesionado con Gülen: “su deseo de encubrir la corrupción sistemática de su gobierno, su necesidad de controlar a los líderes civiles y finalmente, consumar el juicio sobre un chivo expiatorio que le permita justificar todo tipo de medidas autoritarias”. Para la muestra, un botón: la Universidad de Fatih, institución educativa que recibía a alrededor de 15.000 estudiantes, turcos y extranjeros, fue cerrada arbitrariamente en julio del 2016 como muestra del poder y despotismo del líder turco.

Hoy un gobierno extranjero ha cruzado los límites, su persecución política logró cerrar convenios de cooperación académica en la Universidad Nacional de Colombia, y creo que la comunidad académica merece una justificación seria al respecto. Hoy un gobierno extranjero tiene el poder de incidir directamente en las decisiones de nuestras universidades, nuestro desconocimiento es una prenda de garantía que dichos poderes saben cómo usar. Hoy, la Universidad del Rosario es hostigada bajo la misma serie de calumnias que se valen de términos escuetamente acuñados, en un país polarizado donde la palabra “terrorismo” ha tomado un valor lleno de vicios.

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