Érase una vez en una ciudad llamada Bogotá, había un alcalde de apellido Petro, este alcalde decidió hacer estudios para construir un metro subterráneo pensando en agilidad, seguridad, espacio público y un sinnúmero de ventajas basados en experiencias de otros sistemas de transporte, había una gran ilusión de que por fin los bogotanos tendrían un transporte urbano digno de sus calidades.
Todo marchaba de mil maravillas, hasta que llegó un nuevo alcalde al que la gente le apodaba “Peñalosa” por cariño, era un tipo de buen humor, se mostraba serio y responsable.
Pero sucedió algo insólito, repentinamente el nuevo alcalde decidió que el nuevo metro de Bogotá debía construirse sobre la superficie de la ciudad, le preguntaron que en qué estudios se basada para tomar tal decisión tan radical, a lo que “Peñalosa” respondió: Es que los metros subterráneos son feísimos, no son estéticos y si quiero que mis amigos los empresarios algún día se atrevan a viajar, ellos dicen que es más bonito todo, que porque no hay nada mejor como el paisaje urbanístico.
Pasó “Peñalosa” y llegó una nueva alcaldesa al que le apodaban con cariño “la nayibe esa”, resulta que esta nueva alcaldesa también decidió que el metro debía estar por encima de la ciudad.
Entonces “la nayibe” trajo un vagón del metro, instaló oficinas del metro, nombró funcionarios del metro y cada decisión que tomó lo celebraba con bombos y platillos, incluso anunció que el contrato de la segunda línea ya estaba listo.
Los cinco líos que manchan la empresa china que construye el Metro de Bogotá
Pasó “la nayibe esa” y llegó un nuevo alcalde al que le apodaban con cariño “Galán”, muy caballeroso, respetuoso, amable, se ganó la confianza de la gente, decidió que sus antecesores "Peñalosa" y “la nayibe” tenían razón y que seguiría con el proyecto del metro elevado, que porque ya tenía un avance de más o menos el 30%.
Al fin, llegó el día tan esperado, “Galán” y sus amigos celebraban con bombos y platillos la muy esperada noticia que porque habían finalizado la primera etapa que era destruir todo lo que obstaculizaría la construcción del metro (y a eso le llamaban un avance del 60%).
Todos estaban felices y contentos hasta que una niña que estaba presente se asomaba por la ventana y muy intrigada habló con voz fuerte: Pero dónde está el metro, yo no veo nada, veo solo destrucción, no sé qué es lo que celebran.
Entonces los invitados, apenados por la realidad que los enfrentó se fueron yendo uno a uno hasta que “Galán”, “Peñalosa” y “la nayibe” quedaron solos, fin.