Érase una vez, un país grande, decoroso y con donaire; donde las cosas parecían que tomarían su mejor rumbo, aquella nación tan grande, albergaba dentro de sí, un elemento distintivo que la separaba de otras naciones.
La nación podía ostentar riquezas, calidez de sus habitantes, fertilidad en sus campos y sobretodo el brío por cada día ser mejor. Tan magnánimo país no dejaba al ocaso ningún asunto ni olvidaba a ningún recoveco de su tan larga extensión, por el contrario, siempre se luchaba por la igualdad de sus gentes, el trato digno de sus recursos, nada era exiguo, además, se planteaba imperar los instintos absolutistas de aquellos quienes querían afrentar contra todo lo que representaba ese empíreo dado a los hombres, la dádiva perdida de los dioses, un hermoso país llamado Colombia.
Tan inmaculado país, que eclosionó con ímpetu de gloria, poco a poco se fue desdibujando, ya que de sus entrañas naciesen los primeros malquistos cuyo propósito fue destruir y marchitar tan excelsa nación, estos malhechores no laborasen sus propósitos con las armas, sino, que poseían la peor arma de todas la codicia y la elación; ínterin a ello, los menesteres de los habitantes,tomarían rumbos distintos a los de una nación que porfiare en la bienaventuranza de todos aquellos, quienes tuvieren como propósito luchar y preservar la grandeza de Colombia.
¿Hubiere sido mejor no haber descubierto ésa perla? Y más cuando de sus entrañas yacieron las personas que iban a socavar en destruirle; Colombia inició siendo una nación muy magna, desde el istmo panameño saliendo su envergadura hasta la Guyana continental, tomando como suya gran parte de la amazonia brasileña, Ecuador y Perú. Todo esto fue arrebatado y retirado por los hombres, no estando alegres por su acometida se propusieron en crear los primeros movimientos en pro del odio y la guerra<>, nos pusieron a afrentarnos los unos con los otros, para defender tan irrisorias e insulsas cuestiones que terminaron por imprecar nuestros peores vaticinios a nuestro futuro.
No hubo que procrastinar nada, tan inmarcesible país, caía en su mala ventura, la intríngulis por rescatarle no vislumbraba ningún rumbo mientras los malquistos se apropiaban de ella y vivían como parásitos mortales, parásitos que hoy en día siguen su fecundación y se escudan bajo la mancha negra y azabache, la corrupción.
No es inequívoco sojuzgarles, acusarles como uno de los males de ésta gran nación, llevamos soportando la cruz de ser víctimas de aquellos inanes ignominiosos, que se esconden tras un discurso, tras los sentimientos de las gentes que aún en la candidez creen que un rumbo bueno para Colombia es posible. A pesar, que haya violencia, pobreza y dilemas de toda índole, yo creo en reconstruir la patria.
La mácula de los avatares trágicos en la nación, han perdurado generación tras generación, convirtiéndose en la cotidianidad de nuestro vaivén diario que no hemos podido superar, por ello, la imagen de Colombia y su futuro debe constreñirnos a todos, no debemos ser ajenos a la realidad del país, esto requiere que nosotros demostremos que no queremos más ultrajes a nuestra nación ni a nosotros mismos, por ello, le invito a usted señor lector que ejerza su derecho legítimo al voto, y, así contribuya a solventar los menesteres de Colombia, y no deje que el corrupto denueste más nuestra nación.
No les hablare ni les vituperare acerca de algún candidato, sólo les diré que no deje que el corrupto siga tomando la riendas de Colombia. ¡Participe!