Hace unos días, el padre Rafael Castillo, una persona a quien aprecio, admiro y respeto profundamente -—en especial por el maravilloso trabajo que ha venido realizando incansablemente durante décadas por la paz y el desarrollo en el Caribe colombiano— publicó en su perfil de Facebook una serie de argumentos en contra del reconocimiento legal de la familia no heterosexual y, particularmente, en contra de la adopción de niños y niñas por parte de parejas homosexuales.
El padre Rafael expresa, con impecable lucidez y claridad, las convicciones de fe de la comunidad católica, y la invita, con sus argumentos, a que se movilice políticamente para proteger el único modelo de familia que, desde su religión, ven como válido.
Como sé que él valora profundamente el debate democrático, procedo a discutir, uno a uno, tan solo tres de sus interesantes argumentos sobre este vital tema.
En primer lugar, el padre Rafael dice que
El tema del matrimonio entre personas de un mismo sexo y la adopción de niños por parte de estos no es un tema de religión, ni de filosofía ni de sociología. Es algo que hace referencia y guarda una relación directa con el respeto que merece la misma naturaleza humana… aceptar la adopción de niños por parejas homosexuales es ir contra la misma naturaleza humana y, consiguientemente, es ir contra los derechos fundamentales del ser humano.
Si bien el padre Rafael no aclara en su escrito cuál es la concepción de la naturaleza humana sobre la cual está elaborando su argumentación, ni por qué razón admitir legalmente la adopción de niños y niñas por parte de parejas homosexuales sería ir en contra de tal concepción de la naturaleza humana, quiero señalar lo que considero que son dos equívocos adicionales en su argumentación
Primero, no veo cómo se puede desligar la discusión sobre la naturaleza humana de las variadas religiones y de las disciplinas académicas que tanto han aportado a comprender la complejidad de su elucidación, como la filosofía y la sociología, así como también —-por supuesto— la antropología, la crítica literaria y artística, la economía política, la historia, la biología y la psicología.
Segundo, creo que, si algo hemos aprendido de las conversaciones milenarias que rondan estos campos, es que no hay una única concepción de la naturaleza humana. En este sentido, tenemos que ser mucho más cuidadosos cuando fundamentamos en una concepción particular —y quizás equivocada— de la naturaleza humana, argumentos que implican la adopción de órdenes jurídicos y políticas públicas que apuntan hacia la restricción, o la ampliación, de derechos humanos fundamentales.
En segundo lugar, el padre Rafael dice que
Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad posmoderna, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad.
Pienso que acá el equívoco consiste en interpretar la homosexualidad como “un comportamiento desviado”.
Cuando hablamos de una desviación del comportamiento, estamos implicando la existencia de una norma, o de una normalidad, de conducta. ¿En qué sentido es la homosexualidad una desviación, o la transgresión, de una norma de conducta? Solo en el sentido en que se nos quiera imponer por la fuerza una norma que diga que lo normal es la heterosexualidad. Dicha norma tendría que ser impuesta, porque no hay nada más normal en la humanidad que la homosexualidad: es un comportamiento ampliamente extendido y reconocido en todas las sociedades humanas, desde el comienzo de la historia. Que haya sociedades en las que la homosexualidad tiene que ocultarse y, por lo tanto, en las que —por cuenta de su ocultamiento— la gente piense que la homosexualidad “no es normal”, es simplemente una consecuencia trágica de ese injusto ejercicio del poder.
Reconocer legalmente el matrimonio civil entre homosexuales no es “ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad”, sino todo lo contrario: es ampliar el número de personas a las que reconocemos como merecedoras y portadoras de esos valores y de ese patrimonio; es ampliar el círculo de protección moral y legal que nos constituye como comunidad humana.
En tercer lugar, argumenta el padre Rafa que los derechos de los infantes deben ser prioritarios sobre los de los adultos, y que
Los niños naturalmente necesitan del referente como padre y como madre… La naturaleza humana exige para un correcto desarrollo de su personalidad que los niños cuenten con modelos de identidad masculina y femenina…Quienes libremente optaron por una vida de relación homosexual asumieron tener un estilo de vida ajeno a la procreación y al poder ser padres.
Acá, de nuevo, hay dos equívocos. El primero consiste en creer que la homosexualidad es una decisión, una opción de vida. Esto no es cierto. La homosexualidad hace parte de la naturaleza humana, es una condición biológica, no un comportamiento que uno decide asumir.
El segundo consiste en defender la idea que de los niños y las niñas necesitan crecer en el seno de familias que consistan de padre y de madre para que puedan desarrollarse adecuadamente.
Pienso que los cientos, o miles, de millones de personas que, habiendo sido criados por madres solteras o padres solteros, o tías, o tíos, o abuelos, o abuelas, o parejas homosexuales… en fin, y que ejercemos con responsabilidad y compromiso nuestros deberes y nuestros derechos ciudadanos, que le aportamos a nuestra comunidad como profesionales productivos y exitosos, y que somos seres humanos tan capaces de ser felices, libres, tristes, cómicos o trágicos como cualquier otro somos, ante tan equivocada convicción, el mejor contraargumento.