Las niñas bien se burlan de ella. Hacen sus videos en Snapchat para ver quien puede decir de la manera más guisa regiosísimo y rico, rico, rico. Se sienten aliviadas de vivir en el norte de Bogotá y, algunas, en el fondo de su ser, las enfurece, tal vez, que una guisita del barrio Castilla de Bogotá sea el único tema que tenga Colombia en estos días.
Acá no importa que el jueves se anuncie el cese bilateral del fuego, que se venga otra vez el fenómeno de la Niña y encuentre a Colombia con peores vías que en el 2010 y que el nuevo Gramalote sea una utopía. Ni siquiera importa si la selección le gana a Chile mañana. Acá de lo único que se habla es de Daneidis Barrera y su Epa Colombia.
La andanada de insultos que ha recibido en redes sociales la hace más fuerte. Sabe que no hay nada peor para alguien que no ser nombrada, que pasar por este mundo sin trascender. Durante años ellos, los que viven arriba en las comunas, en las montañas, alejados de la educación, del agua potable, de las oportunidades, la única manera que tenían para trascender era tomar un arma y matar. Nadie aspiraba a vivir allí más de 30 años. Ahora el yutú, como lo dice de manera encantandora Daneidis, le permite al que nada tiene, al marginado, trascender, tener un rostro. Es la manera que encuentran de hacer su revolución y lo bueno es que funciona.
Lo de ayer fue conmovedor. Ella salió en Caracol el mismo canal donde ella veía a guisitas con un poco más de suerte como Natalia París o Esperanza Gómez tener notoriedad. En su Facebook le dicen perra, loba asquerosa. Es un linchamiento virtual. Cada insulto la hace más fuerte y a nosotros más felices. Es lindo despertarse y escuchar una y otra vez el Epa Colombia.
Tengo miedo que sea la única frase que pueda decir. Desde el Que te perdone Dios, que te perdone, como si fuera yo el Santo Cachón, un estribillo no había sido más pegajoso. Es como si alguien nos hubiera echado un sortilegio. No lo podemos dejar de cantar. Los médicos lo murmuran mientras hacen un transplante del Corazón. David Ospina la pensó antes de pararle el último penal al peruano. La Chamita Cheer es la figura de la selección en la Copa Centenario.
Sí, todas las guisas que han sido vilipendiadas en las casas de los ricos van a encontrar en el yutú el instrumento de su venganza. Tiene más gracia y talento que cualquiera de esos niños bien avenidos en youtubercitos insoportables como Juan Pablo Jaramillo, Juana Martínez o Daniel Samper. Ojalá no se extinguiera. Su felicidad es maravillosa porque es legítima, auténtica. Cada mañana le daré un click, no dejaré que sea una moda pasajera.
Que cuento con Shakira, yo me quedo mil veces con mi Chamita Cheer.
