Hoy, la vida de este ajedrecista de 50 años ronda la política, aunque haya fracasado en su candidatura a la presidencia de Rusia. Nadie le alquiló una sala donde cupieran 500 personas para, como pide la ley, proclamarse oficialmente como candidato. Líder del Frente Civil Unido, integrado en la coalición La Otra Rusia y en el movimiento Solidaridad, es uno de los máximos opositores a Putin, el hombre fuerte del Estado. Organiza manifestaciones contra el régimen, da mítines y recorre el país en busca de apoyos, en una actividad que, admite, pone en riesgo su propia vida. El antiguo general del KGB, Oleg Kalunin, ha dicho, refiriéndose a los activistas asesinados en su país, que “creo que Kaspáro será el próximo de la lista”. De hecho, se ausenta por un momento, en el que el camarero nos sirve una botella de agua y, cuando vuelve, nos insta a beber con él, sin admitir nuestra negativa: “Ah, no, si me han puesto veneno, ¡al menos que muramos todos!”, bromea. Uno se pregunta -viendo el éxito de sus actividades económicas, su bella familia- por qué se mete en semejante berenjenal.
“No es una decisión que uno tome basándose en las expectativas de felicidad -responde-. Es algo que haces porque debes hacerlo. Conocer lo que Putin ha hecho y no reaccionar es algo que estaría mal. Es un imperativo moral. Siempre he luchado contra el abuso de poder, también cuando jugaba al ajedrez y me enfrenté a Campomames, el presidente de la federación internacional. En el ajedrez me he acostumbrado a obtener todo aquello que quería, así que siempre creo que voy a ganar”.
Los casos de Anna Politskovkaya, del espía Litvinenko, planean sobre la conversación. “¡Hay muchos más! -exclama- El asesinato político es uno de los instrumentos utilizados para silenciar a la oposición. Tenemos mucha gente menos conocida que ha sido asesinada, cada año sufrimos pérdidas. Desgraciadamente, no sabremos la verdad hasta que el régimen caiga”.
—¿No tiene miedo?
—Sí. Soy un ser humano y estoy asustado. Todo el mundo está asustado. Pero estar asustado te ayuda mucho, porque entonces haces exactamente lo que debes hacer.
“En Rusia -prosigue- no hay algo que usted pueda llamar oposición, en el sentido que la palabra tiene en España, Europa o EEUU. No, en Rusia no estamos luchando para ganar unas elecciones libres, sino simplemente para poder tenerlas. Rusia no es una democracia, es como el Chile de los años 80, en el que Pinochet permanecía en el poder y, para derrotarle, se unieron los democristianos, los socialistas, incluso los comunistas, todos juntos. Nosotros hemos hecho lo mismo porque la división en mi país no es izquierda-derecha o comunistas-liberales, sino el régimen contra los demócratas”.
Para Kaspárov, “Rusia no tiene hoy partidos políticos, tiene falsificaciones, están todos controlados por el Kremlin. Ustedes los occidentales no se dan cuenta, creen que exagero, pero aquí se da un régimen absolutamente dictatorial. Yo soy una gloria nacional, un campeón del mundo, pero no puedo ni aparecer en televisión, sólo sale gente insultándome, diciendo que soy un agente de los EE.UU... A los rusos que se acuerdan de mí les gustaría al menos poder escuchar mi versión... Putin nos ha quitado la libertad con el argumento de darnos a cambio seguridad, pero nos hemos quedado sin las dos cosas”.
Las manifestaciones promovidas por Kaspárov se suceden, en Moscú, en San Petersburgo, en Vladivostok... Muchas de ellas no están ni autorizadas y acaban con detenciones masivas. “Es una protesta social creciente, la gente está harta, ve que en Europa o EEUU, ante los problemas, los gobiernos emprenden políticas para ayudar a los más pobres a expensas de los ricos. Pero en Rusia sucede lo contrario: el gobierno hace todo lo que puede para ayudar a los ricos a expensas de los pobres. Y ni siquiera lo esconden”. Sincero, confía en que la crisis económica debilite a Putin porque “cualquier crisis ayuda a la oposición. En Rusia, hace todavía más que eso: demuestra la naturaleza corrupta del régimen, consagrado a la realización de los máximos beneficios de sus amigos”.
Paseando junto al Hudson, Kaspárov admite que su gran modelo es Winston Churchill, que mantenía sus ideas frente a los vientos de la opinión pública. Y, a pesar de declararse “probablemente conservador en lo económico”, hace de la lucha contra la pobreza uno de sus caballos de batalla, porque “en mi país resulta escandaloso cómo se agranda la brecha entre ricos y pobres”. Matiza, no obstante, que “en lo social, soy bastante liberal, de izquierdas, nada religioso. En cuanto al papel del Estado, en Rusia necesitas ser algo más socialista de lo que serías en otros países porque hay un montón de problemas básicos de bienestar”.
En Youtube vimos un vídeo donde él pronunciaba un discurso político y, de repente, era interrumpido por un pene volador, uno de esos artilugios característicos de las despedidas de soltero. Se ríe: “¿Ah, lo vio? ¡Esos son sus argumentos, ese es el tamaño de su intelecto! Soy objeto de constantes provocaciones y boicots: me golpean con tableros de ajedrez, me detienen, me niegan visados...”.
Los problemas del ordenador
Él, que triunfó a los 22 años, siendo el campeón más joven de la historia, desmitifica la progresiva juventud de los ajedrecistas de hoy. “Lo que impresiona es ver a algunos jovencísimos en los primeros puestos del ranking, pero en realidad no ha bajado la edad media. Topalov es el número uno, con 33 años. Anand, el actual campeón del mundo, tiene 39, como el tercer clasificado, Ivanchuk”. Los jóvenes, opina, “tienen un juego demasiado influido por los ordenadores, que necesitan que todo se demuestre, y no desarrollan su intuición, son muy concretos”.
La gran historia del ajedrez
Kaspárov es un gran productor de libros donde narra la historia del ajedrez “en minúscula, la de las ideas que se van desarrollando”. Tras haber explicado las vidas y partidas de los campeones del mundo hasta 1985 en “Mis grandes predecesores” -cinco monumentales volúmenes-, ahora se ha atrevido con una nueva obra sobre el ajedrez moderno: “He publicado ya un volumen sobre la gran revolución de los años 70, y otro de mis encuentros con Karpov. No sé cuántos más me van a salir, al menos tres...”.