Tocar un tema político en estos tiempos puede desencadenar conflictos entre padres e hijos, esposos, nietos y abuelos, compañeros de trabajo a escalas de magnitudes trágicas.
Pero, como algo tan delicioso como la política, tal y como los griegos de la antigüedad la concibieron y para lo que se preparaban tanto, puede ahora considerarse por muchos como algo fastidioso a lo que hay que huirle o esquivar.
Si usted es suspicaz, en el párrafo anterior está la palabra que marca la gran diferencia entre esas dos miradas: en Grecia se preparaban para participar, ahora no.
Así es, desde la escuela un griego se exponía en el ring. Allí su maestro provocaba la desnudez de sus ideas e invitaba a otro a una confrontación abierta, donde ambos deberían defenderlas con el escudo de sus argumentos y esto implicababa poder responder embates de todo tipo, de tal manera que entre más experiencia en la lucha más se adquirían destrezas para derrumbar ataques tenues e ingenuos. Fruto de este escenario se fue consolidando un gran luchador, un gran gladiador que por su fortaleza siempre suponía un reto excitante para iniciar una confrontación.
Hoy tenemos una ilusión de estar enfrentados y de poder retar a cualquiera sin habernos tomado el esfuerzo de prepararnos, al contrario de entrenar la argumentación. Hoy por hoy adoramos el sofá y no el ring. En el sofá solo me enfrento al televisor con el cual no es posible una lucha. A causa de esto la obesidad argumentativa infla una panza con calorías vacías de pensamiento y pese a esto aun así nos atrevemos a retar a buenos contrincantes que sin duda alguna exigen mejores retadores. El problema verdadero y por el cual se desatan líos, bonches y peleas está en cuando se enfrentan dos obesos, pues en medio de ese vacío comunal no logran nunca ni tocarse el pelo.
Con la llegada de las redes sociales,se añadió un nuevo elemento, que no previó la dualidad sofá -televisor y es que los teléfonos móviles con las redes sociales añadieron la posibilidad virtual de responder a los ataques que presenta de manera portátil. Todo esto dio génesis a un talante que disfruta a todo momento de agitar y de desafiar a cualquier rival sin importar si está o no preparado, porque en la era virtual no se conoce al oponente, no se le estudia su cuerpo, ni se le reconocen siquiera sus fortalezas ni puntos débiles, simplemente se ataca por atacar. Finalmente, usted podrá concluir que estamos en una era de presuntuosos que antes de preferir el combate se quedan con las trompadas. Hoy la lucha no existe como tal y por el contrario pululan los alzados y alevosos que le pegan al viento y le gritan: ¡Usted no sabe quién soy yo!
