La estrategia ganadora de Gustavo Petro para llegar a la Presidencia de Colombia fue polarizar la opinión pública entre uribismo y petrismo, hasta el punto de mostrar a los primeros como los causantes de las grandes tragedias que viven los colombianos, exonerando a Gaviria, Pastrana, Santos y demás y a Petro y sus secuaces como los puros salvadores del país, que hasta el momento son solo promesas.
Para lograr su objetivo, entre ambas vertientes necesitan hacer desaparecer una posible Tercera Fuerza, que sin ser uribista tampoco es petrista y es la llamada a sacar a Colombia del atolladero en el que estos dos “cuasi caudillismos” siguen hundiendo al país.
Es por eso que el petrismo se dio a la tarea de estigmatizar a todo el que no lo acompañara en sus torvos propósitos de convertir a “su Gustavo” en presidente como aliados del uribismo, o mejor, “los uribistas de nuevo cuño”, desconociendo intencionalmente que esa Tercera Fuerza lleva más de treinta años combatiendo lo que el uribismo representa: Neoliberalismo, entrega del país, capitalismo salvaje, clientelismo y corrupción. Finalmente, el petrismo se jugó su última baza para llevar “al elegido” a la Presidencia, arrebatándoles los alfiles no solo a Uribe, sino a todos los que fueran sus aliados, toda una variopinta de partidos políticos de rancia estirpe neoliberal.
De la anterior forma Gustavo Petro y sus estrategas consiguen lo anhelado por el caudillo: ser presidente al costo que fuere, incluyendo un “Pacto de la Picota” con una gama de personajes y movimientos “non santos” que hoy tienen cooptado gran parte del Gobierno Nacional, principal motivo por el cual las promesas de cambio no pasarán de ser un simple maquillaje de un Gobierno que se tambalea entre la corrupción, la violencia indiscriminada, incapacidad y caos.
Lo que hoy el Gobierno muestra como sus grandes realizaciones no pasa de ser lo que “normalmente” haría cualquier otro neoliberal. Esas promesas de cambio chocan con la posición derechista neoliberal de Petro de más entrega de la soberanía y la autodeterminación nacionales, amén de fortalecer los más importantes intereses del sector financiero transnacional y de sus multinacionales, por encima de los intereses de los colombianos.
La estrategia les sigue funcionando tanto al petrismo como al uribismo: los primeros señalando a los que no estén con Petro como “uribistas de nuevo cuño” y los uribistas tildando de “petristas” a los que saben que no están con ellos.
La táctica de la polarización se emplea de forma similar a como funciona la democracia de EEUU, en donde al electorado lo manipulan entre Demócratas, los amigos de Petro, y los Republicanos, proclives a Uribe.
Así desaparece cualquier Tercera Opción que propenda por la defensa de la soberanía, la autodeterminación, la producción nacional –que incluye el aparato productivo con todas sus empresas y la generación de riqueza– y los intereses de la población y los trabajadores.
Tanto petrismo como uribismo ya arrancaron campaña electoral con miras a los comicios de 2026. La estrategia que funciona no se cambia, por lo tanto, los cálculos son que con ella ganaría las próximas elecciones el uribismo y luego se alternan. Los colombianos no pueden seguir cayendo en la trampa. Está demostrado que los extremos de. Petro y Uribe coinciden en el neoliberalismo. ¡Dios los cría y los intereses de EEUU los junta!