Entre peluquería y “lavandería”
Opinión

Entre peluquería y “lavandería”

Desbandada de peluqueros de las grandes peluquerías para nuevos salones, pone a pensar sobre la llegada de “inversionistas non sanctos” al negocio

Por:
mayo 16, 2018
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La crisis de ajuste de estilistas nuevos que sufren por estos días algunas de las grandes peluquerías de Bogotá por cuenta de la desbandada de sus trabajadores de años, “leales”, y que les está sucediendo a todas al tiempo, es muy llamativa.

Que se vayan y monten su propio salón no tiene nada de raro y es parte de la dinámica de cualquier negocio; inclusive, el robo de las bases de datos de las clientas por parte de los disidentes y que estas se vayan por cuenta del precio, también son parte de la dinámica del negocio “y de la humana”. Para completar, se han ubicado alrededor de sus antiguos patronos; quedaron de puros vecinos.

Sin duda, se trata de peluqueros buenos en su trabajo que quieren progresar. Pero es que crecer rápidamente a punta de manicura, blower, rayitos, etc., no da; eso se lleva su tiempo. Sin embargo, sí resulta cuando llega un inversionista y se los propone, y más cuando ese (o esos) inversionista (s) está (n) buscando una peluquería que les sirva de “lavandería”. Una mezcla de sueños de independencia de un lado, con intereses de “oficializar” dineros mal habidos por el otro.

 

Pregunté que acaso qué tan fácil es lavar dinero con un salón de belleza
“Facilísimo. Haga cuentas. Yo puedo decir que hago
X de uñas, X de tinturas, X de maquillajes, X de lo que sea y quién dice que no”

 

 

Antes de seguir adelante con la historia es pertinente decir que pueden no ser todos, faltaba más, pero los rumores dan cuenta de que tampoco son pocos. Pregunté que acaso qué tan fácil es lavar dinero con un salón de belleza, como decían las mamás. La respuesta fue: “Uuuuuuuuu, facilísimo. Haga cuentas. Yo puedo decir que hago X número de uñas, X de tinturas, X de maquillajes, X de lo que quiera y quién dice que no. Por eso es que han llegado esas personas y les han abierto locales a todas las ‘loquitas’ buenas en su trabajo, y quién no quiere ser independiente… Así cualquiera se va”, aseguran.

La competencia -claro- quiebra precios, lo que lo lleva uno a pensar en esos valores astronómicos que cobran algunos profesionales de la belleza tan absurdos en algunos casos. En lo particular, el mío es el del pueblo, buenísimo y baratísimo. Mientras en Bogotá un blower puede llegar a costar entre $25.000 y $35.000, mi peluquero me cobra $10.000 y el peinado queda igual de divino; de ahí para arriba puedo ahorrarme perfectamente hasta $150.000 en una sola entrada.

Esto que les está sucediendo a esas famosas peluquerías bogotanas me recuerda, cuando presentaba noticias en los 90, los grandes rumores que había entonces del lavado de activos de algunos de los grandes peluqueros de la época. Pero todo fueron rumores. No hay pruebas… Siempre hubo la duda… Quedó la duda.

¡Hasta el próximo miércoles!

 

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