Pese al asombro que produciría cerrar un artefacto virtual con el simple movimiento de las pestañas y remitirnos al momento rupestre, en que nuestros parientes, los neandertales, durante el Pleistoceno, apagaban el fogón con un soplo, no hay mucha distancia.
El desarrollo técnico mecánico alcanzado por los países avanzados, que continúan con su hegemonía planetaria, produjo un profundo avance con el advenimiento de la tecnología virtual, reformando, sustancialmente, el concepto de realidad, que ha modificado nuestro sentido común.
Claro, ya no estamos ante la tradicional y acostumbrada forma de mirar las cosas. La aparición sorprendente de la informática, con su manipulación extraordinaria, ha desplazado el conocimiento hacia circuitos emocionales en que parecieran existir semejanzas, analogías y paralelismos entre ‘la realidad real’ y ‘la realidad virtual’, sin que haya llegado aún la inteligencia artificial.
El eclipse, la evasión y la huida de la razón han cambiado todos los criterios epistémicos convencionales y, las grandes corporaciones tecnológicas, que lo saben muy bien, lo han aprovechado para adueñarse del mundo. Lo confirma Forbes el globo en poder de los multimillonarios: Jeff Bezos, Bill Gates, Carlos Slim, Mark Zuckerberg, Julio Mario Santo Domingo, entre otros.
Hoy por hoy podemos afirmar que está produciéndose un desplazamiento en la forma de adquirir y provocar el conocimiento, inducido por el advenimiento invasivo de la tecnología digital, que tiende a identificarse simple y llanamente como realidad sustancial y pura conciencia, haciendo tránsito a un mundo que, a la vuelta de la esquina, nos dejará perplejos, donde ya no será posible distinguir entre realidad y virtualidad.
Si Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, hace un siglo, con la literatura del realismo mágico argentino de su literatura, desintegró espejos, tigres, cábalas, herejías, teologías, el tiempo, eternidades y el espacio, ¿qué nos espera con la hiperrealidad virtual que hoy nos atrapa?
De lo prosaico, ligero y trivial, imperceptiblemente, sin que medien graduaciones lentas y visibles, llegará el momento en que la nueva racionalidad nos conduzca a prácticas sociales novedosas, que ya han absorbido con arrobamiento a todas las generaciones.
Es evidente que el desarrollo de la informática ha resuelto complejas ecuaciones matemáticas y solo faltan que tenga sensibilidad artística para penetrar en los espacios de la estética y la poesía.
La aparición masiva de los artefactos virtuales es brutal, no por que tengan un carácter atroz, sino por su apabullamiento en todos los niveles de la sociedad.
Pensar, especular, meditar y profundizar serán experiencias del pasado, las nuevas racionalidades se encargarán de hacerlo. De hecho, en la producción y distribución mundial de mercancías se utiliza el modelo.
¿Que felizmente tengamos la visita de extraterrestres para comparar cuál es la distancia que nos llevan? No es necesario. Ya la tenemos. El pensamiento no se alcanza desde donde todo se piensa, se sueña, se ama y se idealiza: la mente. Pareciera que los sistemas cognitivos de representación nos llegan desde afuera.
Y saber que para alcanzar el desarrollo de la virtualidad pasaron cien mil años, mientras ahora los avances, adelantos y conquistas son fugaces e instantáneos, producto de la inmediatez, que excitan y alientan el consumo antes que se evapore lo creado.
Si cultura es todo lo establecido y creado por el hombre (irónicamente, también la forma de arruinarla, como se destruye la paz con la guerra) nunca pensamos en que primero apareció la realidad, cruda y en bruto, ante los ojos de los humanoides, y, con ello, hizo aparición el lenguaje, que empezó a mostrarnos externamente.
Cultura en todas las áreas pensantes, que surgió como una trama de la imaginación, con espejismos, mitos y fantasmas. Ya Montaigne nos los había advertido con gran sabiduría: “Los ojos humanos solo pueden percibir las cosas por medio del conocimiento”.
Con el tiempo, cuando se pensó que todo había sido de una vez creado para siempre, Marx, el pensador universal, hasta ahora insuperable, expresó: “…no es la conciencia la que crea la vida, es la vida la que crea la conciencia”, luego, los mitos, la multiplicidad de religiones, las ficciones, las fábulas, el trabajo y el propio Estado, han sido históricas y sorprendentes creaciones humanas.
Si la expresión de códigos, símbolos y signos del lenguaje son externos, nos producen afectos o desafectos cuando nos encontramos con los otros, cuando los escuchamos, vemos o leemos y cuando asumimos la otredad, no ocurre lo mismo con la virtualidad:
El lenguaje, que era un espejo del mundo, garita exploradora, una ventana humanizada, ya no lo es plenamente, ahora, en los estadios del mercado y de la competencia, como en las carreras de autos, las imágenes virtuales han dado un pique intrépido y audaz, cruzaron la línea de llegada y tomaron los primeros puestos.