Introducción
Hace un año escribí un capítulo de un libro que recoge algunos artículos relevantes del III Congreso Internacional de Estudios Rurales realizado en 2019 en la Universidad de Antioquia; en el manuscrito hacia una reflexión sobre la crisis de las sociedades rurales y de sus sistemas de producción agropecuarios; que, a su vez, coincide con la coyuntura de la pandemia por COVID-19 en 2020 que evidentemente ha afectado a los sectores rurales. Si embargo, por la paquidermia propia de los sistemas editoriales de nuestras universidades aún no ha salido a la luz pública, por lo cual, y a partir de otras “perlas” de la política agropecuaria del gobierno, decidí publicar una versión resumida de dicho análisis. En parte motivado por el coraje que causa leer la noticia de que en enero de 2021 los reyes magos de la economía colombiana “trajeron un triste regalo para los más de 600.000 pequeños campesinos: los importadores industriales y procesadores de leche han comprado 10.820 toneladas de leche en polvo en EE. UU., equivalentes a más de 90 millones de litros de leche líquida (Arenas, 2021).
¿A qué se debe esta desproporcionada importación? Se pregunta el autor del texto, si los inventarios (17.000 toneladas en 2020) de la producción nacional atestiguan excedentes de un preciado líquido de óptima calidad, producido a bajo precio y en su mayoría por pequeños y medianos campesinos lecheros. La respuesta es obvia, las políticas de gobierno pareciera que se hacen para generar crisis y luego mostrar a las transnacionales importadoras de alimentos como los salvadores del consumidor, con la llegada de productos importados de bajo precio por los altos subsidios en sus países de origen.
Las épocas de crisis posiblemente puedan entenderse de diferente forma, hay crisis de valores, hay crisis energética, hay cambio climático, hay crisis educativa, hay crisis en la salud pública, pero indudablemente una de las que más afectan a la población en general, y en particular a las sociedades rurales, es la crisis del sector agropecuario.
Estudiosos de los ciclos de crisis han atribuido su origen a los flujos de precios de commodities básicas globales, y en especial a los ciclos del petróleo, pues indudablemente los altibajos en la cotización del crudo, a la final terminan afectado los diferentes renglones de la economía; se espera que la caída de los precios de los hidrocarburos reduzca la producción y el transporte, incluido el costo de los agroquímicos y los fertilizantes, algunos de los cuales son subproductos del petróleo o están hechos directamente de gas natural (Baffes, et al, 2015).
Por otra parte, están los estudiosos que atribuyen las fluctuaciones de la economía a los ciclos globales del flujo del capital financiero (Reinhart et al, 2017), En medio de esto, lo cierto es que en Colombia, los productores del campo, agricultores, ganaderos, avicultores, porcicultores y otros, han estado afectando seriamente y con más agudeza en los últimos 25 años, en los cuales se inicia la implementación de un modelo neoliberal, pero es más evidente la crisis en los últimos ocho años, a partir de la firma de los tratados de libre comercio.
Principalmente, en los países de bajos ingresos de la agricultura, el vínculo entre el petróleo y los productos agrícolas tiene implicaciones especialmente importantes para el crecimiento y la pobreza. La elasticidad de transmisión de energía a productos agrícolas se ha estimado en 0.11-0.25.13, y según estas estimaciones, una disminución del 45% en los precios del petróleo se asocia con una disminución de casi el 10% en los precios de los productos agrícolas (Baffes, et al, 2015).
Tal vez, para entender las raíces de la crisis y saber hacia dónde hay que enfilar los reclamos, la mejor postura es ahondar en los múltiples factores que han llevado al estado de postración de la producción pecuaria colombiana; al menos en este capítulo, damos algunas claves para entender la crisis, al rededor del análisis de tres elementos: los efectos de las medidas librecambistas de política económica; la estructura agraria de corte colonial y las implicaciones de la pandemia de COVID 19.
Cuando en los años 90 se daban los primeros pasos hacia la apertura económica y, después se consumaron los tratados de libre comercio, académicos, economistas y organizaciones gremiales advirtieron al país y al gobierno los desbarajustes qué causarían exponer nuestra frágil economía agropecuaria a tratados leoninos con competidores de grandes ligas. Además, se dijo que dejar nuestro abastecimiento alimentario en manos de la producción extranjera era un error garrafal que podría costarnos una hambruna si, aquellos a quienes compramos los alimentos dejarán, por cualquier razón, de vendérnoslos.
El modelo neoliberal inaugurado con la apertura económica del presidente Gaviria en los años 90 y los tratados de libre comercio iniciados en 2012 han impactado negativamente a muchos renglones de la economía agropecuaria del país, condenándolos a la vulnerabilidad, o a la desaparición, por la competencia con productos importados subsidiados, entre ellos el trigo, cebada, sorgo, soya y algodón. Su consecuencia es obvia, la quiebra de miles de familias campesinas que dependían de estas actividades (Dignidad Agropecuaria Colombiana, 2018).
Hoy, después de haber quebrado el grueso de la agricultura nacional, estamos corriendo el riesgo del chantaje que las potencias productoras de alimentos usan para conseguir sus propósitos. Aunque no se conoce cuantas toneladas hay en existencias, lo cierto es que, si no nos llegaran a vender Estados Unidos o el Mercosur las materias primas para la fabricación de concentrados, se morirían de hambre millones de pollos, cerdos y peces en el país, que a la postre llegaron a depender de los alimentos importados. Tema que se convirtió en arma estratégica de geopolítica: Solo con que Estados Unidos amenace con no vendernos la comida que se requiere, podría obligar decisiones del gobierno colombiano que atenten contra la nación. No hay que olvidar que, a la fecha, las toneladas de alimentos importados sobrepasan los 12 millones anuales.
Los desastres del COVID-19 en el sector agropecuario
Para completar el oscuro panorama, el 2020 llego con Pandemia y cuarentena. En medio de este proceso, y en el uso de las facultades especiales conferidas al ejecutivo de conformidad con lo establecido en el artículo 215 de la Constitución Política de Colombia, se sanciona el Decreto 417, el cual declara el Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica en todo el territorio nacional, decretado inicialmente por el término de 30 días y que se ha venido extendiendo progresivamente en el tiempo.
Así, se expidió por parte del gobierno nacional, a través del Ministerio de Comercio Industria y Turismo, el decreto 523 del 7 de abril de 2020 por medio del cual se modifica parcialmente el arancel andino de aduanas para importar maíz amarillo duro, sorgo, soya y torta de soya, supuestamente para apoyar la industria de alimentos concentrados, pero tales “buenas intenciones” posiblemente tengan otras serias implicaciones que trataremos de escudriñarlas. En el decreto citado, se toman decisiones para permitir la libre importación -durante tres meses y prorrogables otros tres- de las materias primas señaladas.
La libre importación de los productos mencionados se hará sin pagar aranceles y, por solicitud del Ministerio de Agricultura, -que es quien propone la modificación arancelaria- con unos topes, “durante la vigencia de la medida” que no podrán “sobrepasar el volumen de importaciones de 2019” y, por tanto, sugirió hacer seguimiento sobre los siguientes volúmenes: “para el maíz amarillo duro 2.400.000 toneladas, para el sorgo 24.000 toneladas, para la soya 600.000 toneladas, y para la torta de soya 1.519.787 toneladas” en las respectivas partidas arancelarias (Gutiérrez, 2020).
Para ganar adeptos dentro de la industria pecuaria, se dice en el decreto apunta a favorecer a la industria de alimentos concentrados, parada por la escasez de materia primas al inicio de la cuarentena. De hecho, se reconoce en el decreto que “las importaciones de maíz amarillo duro, el sorgo, la soya y la torta de soya alcanzaron en 2019 un volumen de 7.6 millones de toneladas valoradas en USD$ 1.691 millones, al ser un insumo principal para la producción de alimentos balanceados; y que los costos de las cadenas productivas porcícola y avícola resultan dependientes en su estructura de costos (incluyendo la materia prima como el maíz, otra maquinaria e insumos veterinarios) de la cotización del dólar”, con lo cual se justifica las importaciones.
Acota a continuación que: “debido a la caída del precio mundial de referencia del petróleo y la incertidumbre de los mercados por la situación global, el precio del dólar ha incrementado en los mercados emergentes, cotizándose en promedio al 16 de marzo de 2020 en $4.099,93, lo que ha dificultado la importación de materias primas como el maíz amarillo duro, el sorgo, la soya y la torta de soya”. Valga señalarlo que tal afirmación no tiene fundamente, puesto que el precio del maíz, en el mercado mundial, ha bajado más del 20%.
Lo interesante es que el acto administrativo en cuestión constituye evidencia de una confesión oficial: “Que las materias primas como el maíz amarillo duro, el sorgo, la soya y la torta de soya son deficitarias en su producción en el país e impactan hasta el 85% de los costos de producción de bienes de la canasta básica familiar como la carne de cerdo, el pollo, el huevo y el pescado, entre otros”, sentencia que confirma la debacle que estudiosos de la economía agropecuaria habían vaticinado 25 años antes.
Siempre la justificación, de naturaleza neoliberal, ha sido la de “entregar alimentos baratos a los consumidores colombianos”, argumento que hoy se repite para modificar la franja andina de precios y permitir el ingreso de hasta 4 millones y medio de toneladas de estos alimentos. Lo que es evidente es que las actuaciones del ejecutivo corresponden a un reconocimiento del fracaso de las políticas neoliberales que terminaron desarticulando al sector agroalimentario, poniendo en riesgo el abastecimiento alimentario y colapsando la capacidad de ahorro y generación de renta del sector agropecuario. Así, el gobierno acude a rebajar los aranceles para aprovisionar el mercado, ya que “el escalamiento de la pandemia del COVID-19 representa una amenaza global con afectaciones al sistema económico de magnitudes impredecibles e incalculables, incrementando la volatilidad de los mercados, de lo cual Colombia no está exenta”, se acota en el decreto.
Por otra parte, el impacto de la cuarentena ha hecho mella en la producción agropecuaria nacional, vía cuatro efectos: la depresión en la demanda, por la incertidumbre, el cierre de restaurantes y la baja en la capacidad adquisitiva de los consumidores (FAO, 2020); las dificultades en el trasporte de productos y de insumos, principalmente por la movilidad restringida entre los núcleos urbanos y las zonas rurales; la escasez de mano de obra para la cosecha o dificultades para agricultores para llevar sus productos al mercado; el encarecimiento de los insumos importados, lo cual está relacionado con la devaluación del peso respecto al dólar, y la caída de precios, especialmente de productos perecederos, que ante la contracción de la demanda, se generó un stock de inventarios, que han tenido que venderse a bajos precios (Siche, 2020).
Las limitantes en el abastecimiento de alimentos almacenados han sido el dolor de cabeza en la industria avícola, pues los costos de producir llegaron a $3100 el kilo en canal, sin que el precio pudiera recuperarse dada su caída por la contracción de la demanda, debida al cierre de asaderos y restaurantes, que constituyen eslabones fundamentales en los canales de comercialización.
Por su parte, la producción de cerdo en pie se ha visto afectado, ya que al igual que la avicultura, es uno de los renglones altamente dependiente de alimento balanceado fabricado con materias primas importadas, además de sufrir la competencia de la carne de cerdo importada desde Estados Unidos y España, con arancel cero desde el año 2016. Según Pérez (2020), en el mes de mayo el precio del kilo en pie pagados al productor llego a promediar los $3900 pesos, después de una caída en picada a partir de la declaración de la cuarentena, mientras los costos de producir un kilo de cerdo en pie no han bajado de los $4000.
A su vez, los productores de leche del país, especialmente los pequeños y medianos, han visto afectados sus ingresos con un precio pagado en finca que ronda los $950 el litro, cuando los costos de producirlo pueden oscilar entre 850 y 1100 pesos el litro de leche, dependiendo del tipo de suplementación que se use; hay que subrayar que mientras ese nivel de precio pagado al productor no se ha movido en los últimos 12 meses, el costo de los fertilizantes, medicamentos veterinarios y alimento balanceado, ha tenido un incremento constante, dada su sensibilidad a la fluctuación de la tasa de cambio del peso respecto al dólar, por ser insumos importados. Además, durante la cuarentena se incrementaron los costos de los trabajadores y as limitaciones en el transporte de insumos. Tal situación se suma al escenario nada alentador del futuro de los productores nacionales de leche ante las amenazas de tratados de libre comercio con Australia y nueva Zelanda; de hecho, ya las cifras son preocupantes: Asoleche asegura que el año pasado se importaron más de US$150 millones del alimento y que hoy entre 6% y 7% de la leche que se toma en el país es importada (Dinero, 2020).
Un estudio reportado por Mora-Delgado (2019) da cuenta de que si se aplicaran los cánones de un análisis financiero convencional la economía de una familia lechera estaría fuera del negocio, pues el ingreso final a la unidad familiar se vuelve imperceptible, ya que no alcanza a un salario mínimo al mes. Esta misma racionalidad económica, con sus variantes, probablemente se repite en los sistemas de producción campesinos de casi 300 mil familias productores de leche del país.
En el sector agrícola, el panorama no es mejor. Para muestra, el caso de los arroceros, es preocupante. Las importaciones de Estados Unidos, como las provenientes de Ecuador y Perú, ya fueron pactadas con cupos que se van aumentando año tras año, hasta tornarse indefinidas desde 2022 en adelante las de Perú y Ecuador y a partir de 2030 las de Estados Unidos. Así las cosas, los arroceros colombianos, terminarán cediendo áreas para que las crecientes importaciones extranjeras de arroz tengan cupo en el mercado nacional, pues los subsidios a la producción de arroz en el país del norte, oscilantes entre el 38 y el 42%, no le da oportunidad al producto nacional de competir en condiciones de equidad; si las importaciones persisten de acuerdo a lo pactado, 200 municipios y 2.5 millones de familias se verán afectadas por las importaciones (Álvarez-Cohecha, 2019).
En la producción de café, se conoce que durante el primer trimestre de 2020 se dejaron de recolectar unos 400 mil sacos de café, mientras que las exportaciones, fueron 21% menos con respecto al mismo periodo del año pasado, según datos de la Federación de Cafeteros (Osorio, 2020). El principal temor es que no hay medidas oficiales para garantizar la cosecha con medidas de bioseguridad para los ejércitos de cosecheros, que normalmente son alojados y trasportados en grupos, incrementándose el riesgo de contagio del COVID-19.
En conclusión, el 2020 fue un año tal para la agricultura colombiana, aquí solo se menciona una muestra. La gravedad de la crisis del sector de manera seria ha sido documentada por diferentes estudiosos que asesoran a Dignidad Agropecuaria Nacional y explícitamente fue tipificada por las protestas de productores de papa y de panela en el año pasado. Además, la lista de quiebras en la agricultura colombiana sería infinita a causa de las medidas de política económica para el sector y de lo pactado en los TLC; sin embargo, esta muestra es suficiente para entender la gravedad del asunto.
Referencias
Arenas, R (2021). Importaciones de leche en polvo: ¿Y si nos decimos la verdad qué pasa? ContextoGanadero. Enero-20-2021 https://www.contextoganadero.com/economia/importaciones-de-leche-en-polvo-y-si-nos-decimos-la-verdad-que-pasa
Álvarez-Cohecha, E. (20219). RIP para el arroz. http://dignidadagropecuaria.org/rip-para-el-arroz/#.XtTZQWhKjIU
Baffes, B., Ayhan, M., Ohnsorge, F. and Stocker, M. (2025) The Great Plunge in Oil Prices: Causes, Consequences, and Policy Responses. World Bank. NY.
Dinero (2020). Los TLC aumentaron la informalidad lechera. https://www.dinero.com/pais/articulo/por-que-los-tlc-han-aumentado-la-informalidad-en-la-produccion-de-leche/282086
Dignidad Agropecuaria Colombiana (2018) La Gran Amenaza Que Acabara Con El Sector Lácteo Colombiano – TLC Con Nueva Zelanda Y Australia. https://dignidadagropecuaria.org/la-gran-amenaza-que-acabara-con-el-sector-lacteo-colombiano-tlc-con-nueva-zelanda-y-australia/#.Xs-MQmhKjIU
FAO – Food and Agriculture Organization. (2020). FAO Director-General urges G20 to ensure that food value chains are not disrupted during COVID-19 pandemic. Available in: http://www.fao.org/news/story/en/item/1268254/ico de/
Gomez, A.A. (2017). Concentración de la tierra y desarrollo socioeconómico rural. Tesis de Maestría. Universidad del Norte. 130p.
Gutiérrez, O. (2020). Algo Más Que Importaciones. Dignidad Agropecuaria Colombiana. https://dignidadagropecuaria.org/algo-mas-que-importaciones/#.Xs9_lmhKjIU
Osorio, A. (2020). No hay claridad cómo se cogerá cosecha de café. http://dignidadagropecuaria.org/no-hay-claridad-como-se-cogera-cosecha-de-cafe/#.XtTXH2hKjIU
Mora-Delgado (Crónica de una agonía anunciada: la crisis del café con leche. Revista IDEALES Vol. 7 (1):231-240.
Oxfam (2017) Radiografía de la desigualdad: Lo que nos dice el último censo nacional agropecuario sobre la distribución de la tierra en Colombia. https://oi-files-d8-prod.s3.eu-west-2.amazonaws.com/s3fs-public/file_attachments/radiografia_de_la_desigualdad.pdf
Pérez, R. (2020) La Alimentación alternativa y la porcicultura colombiana de hoy. Conferencia Semana Académica de las Ciencias Veterinarias. Ibagué.
Semana (2018) Un millón de hogares campesinos en Colombia tienen menos tierra que una vaca. https://sostenibilidad.semana.com/impacto/articulo/concentracion-de-la-tierra-en-colombia-el-1-por-ciento-de-las-fincas-mas-grandes-ocupan-el-81-por-ciento-de-la-tierra/40882
Reinhart, C.M., Reinhart, V., Trebesch, C. (2017). Capital Flow Cycles: A Long, Global View. New York Federal Reserve Global Research Forum. 86p.
Siche, R. (2020). What is the impact of COVID-19 disease on agriculture?. Scientia Agropecuaria 11(1): 3 – 6