Entre La Sierra Nevada y el mar
En la base de la Sierra
los Koguis creyeron en el mar
cuando la atmósfera era
vapor de agua sin xígeno ni ozono.
Lo llamaron:
materno mar oscuro,
marino espíritu de la nada,
gestor del divo encanto:
la mitocondria
comienzo de la vida.
Mítico prólogo
de todo tipo de existencia
y como tal, fue substancia
cuando el sol fue explosiones
y la luna atrajo las mareas.
De su entraña salieron
animales y plantas
y en numerosas transiciones
la sabia vida humana.
II
Eres un mundo
acantilado
desde la cima
helada de tu sierra.
Manojo de reflejos cornalinos
sobre la espuma
de la playa blanca.
Neptúnica
fragancia de la tarde
dispersa en la mullida arena,
vieja apretura de los siglos,
bitácora del tiempo recorrido,
humus marinero molido
con agallas y langostas,
arenques, ostras y cetáceos,
alicaídos alcatraces,
aletas y fosfatos, alas, garras
y picos de pelícanos,
almejas, algas verde-azules
y zargazos.
Anguillas, zábalos y anfibios,
aguamalas y pargos rojos,
bisos de mejillones,
bandullos de ballenas y bonitos,
de bagres y bacalaos.
Barloas destrozadas
y otros cabos ballestrinques
en girones diminutos,
bicheros, palos baupreses
y machos,
mástiles, masteleros
y mastelerillos
astillados con balas de cañon.
Cartilagos, corales y cangrejos
colorados con sangre
de bogavantes
flagelados al compás
de barcarolas marineras.
Caracoles y conchas,
calamares, estrellas
y caballos del fondo de los mares.
Restos de buzos
rastreadores de monedas y perlas
con pulmones como esquirlas.
Cadenas y anclas
como nubes de óxido
al roce de las bitas,
cascos de balleneras
y carcazas humanas.
¡Soldados
que no pisaron
nunca tierra firme