Hay mucho de simbólico en el cambio de año. Sabemos que el día siguiente al 1 de enero o al último festivo, será muy similar a los días del año anterior. Hay mucho de repetición, de rutina y de inercia que hace que cada principio de año, haya una especie de guayabo multidimensional.
Quienes tomaron de más o comieron de más, o gastaron de más, lo estarán resintiendo en el cuerpo y las finanzas.
Quienes vendemos la fuerza de trabajo, sentimos que en solo una semana ya se anuncian tantas alzas que lo poco que haya subido el salario mínimo ya ha quedado superado por la inflación.
Quienes terminaron sin empleo, saben que empieza otro período de búsqueda, de llevar hojas de vida, de caminar, rebuscar, posar, inventar.
Sin embargo, también seguimos soñando y volvemos a ver el año nuevo como una criatura tierna, que podría crecer de modo armónico si sólo lo rodeáramos con intenciones y acciones buenas.
Es el caso de los “nuevos” gobiernos territoriales. Hablo desde las organizaciones de mujeres, quienes, cada vez que se posesiona un alcalde o gobernador(a), insistimos en rodearle de nuestras propuestas:
- Le hacemos saber que hay grandes acumulados de saber y experiencia entre las mujeres que llevan décadas transitando por los movimientos y que hay perfiles idóneos para varios cargos técnicos de sus administraciones.
- Le hacemos llegar nuestras propuestas para incorporar en el plan de desarrollo y en cada una de las dependencias, enfoques y medidas afirmativas que representen mejoras en la vida cotidiana de las mujeres, más de la mitad de la población.
- Le recordamos que avanzar hacia la equidad de género es un requisito para el desarrollo económico, social y cultural de la región y que las mujeres estamos pobladas de diversidad étnica, sexual, funcional, de clase social y situaciones específicas que hacen necesario el enfoque diferencial en las medidas a tomar.
- Le ofrecemos nuestro apoyo para cumplir lo que la normatividad manda: medidas efectivas y con la debida diligencia para disminuir las violencias contra las mujeres, uno de los grandes obstáculos para el desarrollo de una región o país.
- Este año, además, ante la gravedad de las cifras y expresiones de los feminicidios en Cali, le demandamos por muchos medios al nuevo alcalde, Maurice Armitage que declarara la Emergencia Humanitaria para las mujeres, habida cuenta que hay un número significativo de ellas en riesgo grave de muerte a manos de su parejas o exparejas, según cifras del Instituto de Medicina Legal.
La respuesta ha estado, como otras veces, entre la novedad y la inercia.
Por primera vez, un alcalde empieza con acciones concretas la interlocución con el movimiento de mujeres:
Ha incluido a mujeres en los Consejos de Seguridad del municipio, para ayudar a analizar, atender y prevenir la situación de violencias.
Ha diseñado un Consejo de Gobierno mensual para revisar cómo desde cada dependencia avanza la incorporación de medidas a favor de las mujeres y sus derechos.
Ha creado un grupo de emergencia para revisar la ruta de atención y la prevención de daños en las situaciones de riesgo de feminicidios detectadas.
Un panorama esperanzador y alentador, hasta que llega la inercia:
Los funcionarios, muchos de ellos funcionarias, que defienden el statu quo, diciendo que ya se está haciendo mucho, o que se está haciendo lo correcto, o desestimando cifras y propuestas, con mirada jactanciosa y acostumbrada, de quien no tiene ya nada que aprender sobre la tierra y a continuación se despachan a decir barbaridades, que no resisten análisis conceptual ni ético.
Los servidores y servidoras públicas que, pase lo que pase y ante cualquier realidad o argumento, siempre terminan culpando a las mujeres: son brutas y no los dejan, son cobardes y no denuncian, son masoquistas y les gusta que les peguen.
Los y las fichas políticas que, acostumbradas al sistema clientelar que ha capturado la administración pública, entran preguntando quiénes son los respaldos políticos del movimiento de mujeres, a ver si deben algún favor, pues no logran ubicarse en la lógica de derechos humanos y ciudadanía.
Las y los técnicos antifeministas
que se sienten atacados y amenazados con nuestra sola presencia
empiezan su cadena de oprobios
Las y los técnicos antifeministas que se sienten atacados y amenazados con nuestra sola presencia y empiezan su cadena de oprobios: Y por qué ustedes no evitan las muertes, si están tan interesadas, y a cuántas mujeres han protegido ustedes? Su odio les hace caer en el ridículo de no tener claras las competencias y funciones mínimas del Estado, esas que conoce cualquiera que se haya leído la primera página de la Constitución.
En fin, como todos los años nuevecitos, este 2016 viene cargado de inercias y también de esperanzas. Nos corresponde atravesar las inercias y alimentar lo nuevo, el cambio, nos lo debemos y se lo debemos a las 86 mujeres asesinadas durante 2015 en Cali y a las 8 mujeres asesinadas en solo estos 11 días de enero.
También nos lo debe el Estado, el empresariado y los medios de comunicación al 52 % de la población que representamos las mujeres, la mayoría de las cuales solo esperamos que este año nos traiga una briznita de esperanza para nosotras y nuestras familias, bienestar, vida digna, sin pobrezas, humillaciones, discriminaciones ni violencias. No somos brutas ni masoquistas, estamos desconcertadas porque el amor para el que nos preparan desde niñas, nos hiere y nos mata, porque las autoridades a quienes aprendimos a respetar y a temer, no nos creen y nos irrespetan, porque los medios, de donde aprendimos nuestros repertorios de feminidad, nos muestran sólo como putas o víctimas.
Por eso, desde múltiples expresiones del movimiento social de mujeres, mantendremos la actitud de apoyo a la aplicación de las leyes y decretos de las leyes que protegen a las mujeres, conservaremos nuestra disposición para aliarnos, desde el respeto y el reconocimiento mutuo, para alimentar y festejar la vida que nos merecemos y mantendremos también el ojo vigilante para denunciar a quienes, escudados en la inercia y la misoginia, evaden sus responsabilidades.
PD: Me uno a la indignación de quienes, desde una posición argumentada y coherente con su vida y sus actuaciones, se oponen a la venta de Isagén.