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El Cauca, el departamento en donde las balas asesinas se han vuelto recurrentes, ha puesto la escandalosa cifra de 84 muertos en el último año, que están obligados a descansar en cementerios como el del municipio de Suárez, carcomido por la maleza y el olvido. La soledad domina la atmósfera entre las tumbas que se derrumban en medio de las montañas azotadas por el abrasante sol, y ante la furia de la naturaleza los líderes sociales reclaman un lugar digno para honrar una vida atravesada por la lucha.
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