Es 20 de marzo del 2020, el reloj ya marca las 00:05. No es un día normal en el barrio María Paz, ubicado en Kennedy, localidad número ocho de la capital de Colombia, y en la UPZ (Unidad de Planeamiento Zonal), Patio Bonito. La Alcaldía Mayor de Bogotá ordenó un Simulacro de Aislamiento Preventivo para contener el COVID-19 y evitar una gran catástrofe de salud pública.
Muchos habitantes no están de acuerdo, ya que eso traerá afectaciones económicas muy graves, sobre todo porque en las calles de María Paz se vive en su mayoría de la informalidad, del diario, como es conocido. El panorama a partir de este momento no pinta bien para muchos que sobreviven en uno de los barrios más peligrosos y desiguales de Bogotá (Cubides, 2013). Vivir aquí es vivir de la venta y reventa alimentos que llegan a Corabastos o de la ilegalidad —narcotráfico, microtráfico y venta de armas—.
La situación actual requerirá de toda la capacidad por parte de la Alcaldía Mayor de Bogotá, la Alcaldía Local de Kennedy y sus diferentes secretarías. Evitar las aglomeraciones sin que eso signifique pérdida del mínimo vital de cientos de habitantes que viven de la venta informal de alimentos en las afueras de Corabastos es el mayor reto distrital.
La iniciativa Bogotá Solidaria puede brindarles una ayuda que evite que salgan a "rebuscarse" el sustento diario, pero si estos auxilios no llegan en un tiempo relativamente corto las personas no podrán aguantar más de dos semanas con esta situación que a todas luces es anormal. La realidad de no poder salir de sus viviendas o salir y no poder poner su puesto de trabajo genera incertidumbre y temor en esta población que históricamente ha sido vulnerable.
Mientras muchos bogotanos y bogotanas duermen a la media noche, en María Paz el día laboral ya está empezando. En Corabastos ingresan cientos de camiones cargados de todo tipo de alimentos, que llegan para ser distribuidos no solo en Bogotá sino en todo el país. A pesar de que la Alcaldía obligó a millones de personas a encerrarse en sus casas, en Corabastos el trabajo no para ni puede parar por ser la central de alimentos más grande de Colombia.
Esta central de abastecimiento tiene 42 hectáreas (420.000 km2) y en ella confluyen por tanto todo tipo de problemas sociales y económicos. María Paz es vecina de esta inmensa Plaza de Mercado, que al día puede traer una población flotante de casi 300.000 personas, lo que ha vuelto al barrio un punto principal de carga y descargue de productos pero también en uno de los más expuestos al actual virus.
Con el tiempo esto se convirtió en un problema social, sobre todo con la desmovilización de una parte de los paramilitares en el año 2005, mediante la Ley 975, más conocida como la Ley de Justicia y Paz. Muchos de los hombres y mujeres que se desarmaron por cuenta de esta norma llegaron a Bogotá, especialmente a la zona cercana de Corabastos: algunos a conseguir vivienda y otros a conseguir trabajo (aprovechando las opciones que en su momento les brindó el gobierno, que 15 años después vemos que fueron insuficientes, porque se tradujeron en el traslado de la violencia rural por parte de estos grupos armados a zonas urbanas y a la creación de nuevas problemáticas sociales).
Aunque fue legalizado el 20 de agosto de 1998 mediante la Resolución No. 369, la historia de este barrio se da desde finales de los años 60 y comienzos de los 70, por la necesidad de vivienda que mayoritariamente tenía la población vulnerable (Decreto 211-18, Alcaldía Mayor de Bogotá). Su ubicación estratégica, así como costos asequibles de vivienda, lo convirtieron en un punto de llegada para muchos que estaban en busca de oportunidades. Sin embargo, con el tiempo y la falta de éxito, allí empezaron a acrecentarse las desigualdades sociales, lo que derivó en la creación de nuevos medios de supervivencia, como el tráfico de drogas y de armas por parte de exmiembros de grupos paramilitares y de delincuencia común.
Las actuales circunstancias rebelan la problemática social de María Paz, barrio vecino de El Amparo, que limitan con la central de abastos más grande del país: allí con el paso del tiempo se conformaron bandas cuyo único fin era el manejo total de la zona, el cobro de "vacunas" (impuesto ilegal dispuesto por parte de los grupos ilegales) y el manejo de un sistema económico (billares, casinos, propiedades de bodegas en Corabastos, tráfico y microtráfico de drogas y armas) que genera ganancias y control del barrio.
En la puerta trasera de Corabastos nace una gran zona comercial informal. Se consigue ropa de todo tipo, celulares usados de todas las marcas y precios, computadores y hasta televisores. Siguiendo el camino se empiezan a observan recicladores, más adelante un habitante de calle que mira con los ojos perdidos como si no supiera dónde está. Se escuchan voces ofreciendo todo tipo de productos: “¿qué celular necesita?”, “¿qué se le ofrece?”, “¿qué está buscando?”. En menos de 50 metros aparecen los llamados dealers o expendedores de drogas ofreciendo perico, papeletas de bazuco, moños, pepas, entre otros. Las bandas que operan allí no solo tienen el manejo de la venta de drogas, sino también de armamento, que en Colombia solo puede ser gestionado por INDUMIL (industria militar). Hay compra y arriendo de armas, lo que ha generado una serie de disputas territoriales en el sector.
La situación en la que se encuentra el Barrio María Paz acrecienta la problemática social, ya que por cuenta del aislamiento social obligatorio cientos de trabajadores informales no pueden ejercer su trabajo; además de las innumerables quejas de no recibir ayudas por parte de las entidades distritales y nacionales encargadas.
Pretender que sus habitantes (más de 25.000 según censo del 2018) no habiten las calles en busca del diario se convierte en un imposible, por lo tanto la Alcaldía Mayor de Bogotá debe propender para que dichas ayudas estatales lleguen allí y así los habitantes del narrio no tengan la necesidad de salir de sus casas masivamente en busca de dinero para obtener un mínimo vital o sustento básico diario.
Igualmente, debe ejercer un control efectivo en la zona para desarticular las bandas que la habitan, que además de tener el control de la venta ilegal de drogas y armas, también son propietarias o administradoras de inquilinatos y/o pagadiarios.
Además, no puede desconocerse que los barrios fronterizos a Corabastos son de mayor vulnerabilidad frente a la situación actual, al tener una de las poblaciones flotantes más altas de Bogotá, lo que automáticamente los convierte en una zona en donde el actual virus puede llegar y masificarse sin control alguno.
Resulta irónico y en todo caso sorprendente que cerca de la central de abastos más grande del país —que puede manejar en un solo día casi 40 mil millones de pesos— exista un nivel de pobreza y miseria como ocurre en María Paz y sus barrios cercanos.
Las administraciones pasadas buscaron por medio de operativos policiales disminuir los índices de delincuencia, pero estas políticas han fallado durante décadas. La principal ayuda allí debe ser la inversión social y no el uso de la fuerza, que en su mayoría termina perjudicando a los más necesitados o a quienes hacen parte de la primera línea dentro de la cadena de producción y distribución de drogas, mientras que los líderes de estos grupos pasan desapercibidos y muchos ya ni siquiera tienen la necesidad de establecerse en la zona.
Los diferentes medios reportaron que uno de los barrios que más ha incumplido el aislamiento obligatorio en Bogotá es este, sin dar mayores detalles de la problemática que se incuba allí. La llegada de miles de personas diariamente y la ineficacia gubernamental a raíz de la burocracia para que las ayudas lleguen generan preocupación en los habitantes y por tal razón la única escapatoria es salir a la calle a buscar el sustento diario.
En vista de que los reportes de la Secretaría de Salud mostraron esta zona como uno de los puntos más altos de contagio, la Alcaldía Mayor de Bogotá tomó la decisión de decretar la alerta naranja en esta zona y alargar el aislamiento obligatorio dos semanas más. Esta decisión causará una problemática social que ya se ha extendido durante estos dos meses. Si la administración actual no maneja bien esre reto, será fácilmente el comienzo de un estallido social sin precedentes.
¿Será esta la oportunidad para que llegue inversión social y acabar con los frentes que generan terror, miseria y falta de oportunidades?
“Y me duele ver, en ese despojado, a un amado hermano. Tu presencia atraviesa como un rayo mi consciencia” (Anónimo).