En el mundo que vivimos podemos considerar que la realidad no es natural, ni es intrínseca, ni es eterna, sino que proviene de la acción humana que se entreteje con la historia. Dice Elías Canetti que” podría imaginarme que mi vida transcurre en un refugio donde los mitos, las discusiones, históricas y fuentes de todas formas de fe se guardan. Allá podría leer, pensar y creer en todo lo que hay.”
En la Galería La Balsa en Bogotá se presenta desde la semana pasada una exposición de Luis Luna que trae las fuerzas de lo real y lo posible de la moral. Todo, con el tiempo se entreteje la gravedad y la angustia y de la fe que agobia al individuo, repentinamente y consciente de la soledad en el tiempo y el espacio en ser humano recorre distintos territorios que buscan alguna verdad. Esos caminos de la racionalidad son alternativas religiosas, superan relaciones y unen a los hombres y construyen las redes de la solidaridad humana.
Es un modo de recobrar la inminencia de espiritualidad de la trascendencia. En esta exposición de las obras recientes de Luis Luna hay que entrar con decisión a descifrar contenidos crípticos donde hay conocimientos gnósticos, proto cristianos, griegos, muiscas que traspasan las fronteras culturales y temporales. Cada obra guarda sus propios secretos.
Luis Luna anota: “me interesa rescatar, revivir y reciclar la presencia de fragmentos que y como se encuentran en los trazados de los oráculos griegos. Y trato de reconceptualízalos en una nueva superficie cuyo fondo se encuentra un atisbo de ese gran interrogante del sentido del pensamiento y la espiritualidad”.
Sin duda son obras maravillosas como misteriosas que se encuentran en la tolerancia del Informalismo. En la espontaneidad del fragmento que trata de no tener una lectura lineal sino de la unión de materiales disímiles que juntos crean una nueva narrativa donde se actualizan personajes como Filón de Alejandría. Posidonio de Pamela o Giordano Bruno quienes unos años antes de Cristo ya creían en un universo de mutantes en movimiento con el animal viviente. Eran espíritus libres, más eclécticos que estoicos, que compartían el amor por la disciplina y el conocimiento. Y también es un modo de recobrar la libertad sin trascendencia.
