Comienza la recta final de la contienda electoral en el Bajo Cauca Antioqueño. Como es habitual, las calles se ven inundadas de pancartas, volantes y pregoneros que invitan a votar por una u otra candidatura. En el municipio de El Bagre, la valla con el rostro y número de tarjetón de quien aspira a un cargo de elección popular es la constante, y el tema del día gira en torno a quien debería ser el próximo mandatario o mandataria del municipio; esa persona que ayude a salir de la crisis en la que hoy se encuentra sumida una de las capitales mineras de la región.
Hoy, la situación resulta muy adversa y ello se debe, en gran medida, a la compleja situación institucional por la que se viene pasando hace casi un añoel municipio. En efecto, en noviembre del 2018, el alcalde Ángel Mesa fue capturado por la Fiscalía, por los presuntos delitos de prevaricato por acción, falsedad ideológica en documento público y abuso de autoridad por acto arbitrario e injusto, al mismo tiempo que abrió investigación contra varios asesores de la administración por posibles faltas disciplinarias en la gestión y manejo de los recursos públicos. Durante este lapso de tiempo, las decisiones del municipio han estado a cargo de la administración encargada, quien en últimas será la responsable de entregar el mandato al candidato o candidata que gane este 27 de octubre.
A los fuertes problemas de tenencia de la tierra, desempleo, falta de oportunidades educativas, precarias condiciones de los colegios, pésimo estado de las vías y de los acueductos, el mal manejo de los residuos sólidos, los grandes déficits de vivienda, el mal estado de los centros hospitalarios o el encarecimiento de la canasta básica, se suman los altos brotes de violencia ocurridos durante los últimos meses, producto, en gran parte, de la incansable disputa territorial que libran grupos al margen de la ley, principalmente entre el ELN, los “Caparrapos” y el Clan del Golfo. Dichas agrupaciones tienen una fuerte presencia en la región, buscando adueñarse de las rutas del narcotráfico y de la extracción ilegal del oro. La amenaza se intensifica en este contexto, pues dichas bandas inciden directamente en la política, convirtiéndose en un riesgo diario para las y los candidatos y políticos: por ejemplo, algunos de ellos han sido objeto de intimidaciones, amenazas o disparos contra sus casas.
Desde el punto de vista de la participación ciudadana, el encuentro entre ciudadanía y Alcaldía deja algunas fisuras. Muestra de ello ha sido la Mesa de Diálogo Territorial para la Transparencia de El Bagre, la cual ha permitido generar un escenario para que las asociaciones de pequeños mineros, la empresa Mineros S.A y la administración municipal, dialoguen en torno al manejo presupuestal proveniente de los impuestos al oro y a la plata, así como de las regalías que deja esta actividad extractiva. Si bien en un comienzo las conversaciones tuvieron un buen ritmo, a mediados del año pasado las cosas comenzaron a tornarse difíciles; los funcionarios dejaron de ir a las sesiones de trabajo y hubo una falta de claridad en la información suministrada por la municipalidad, aspecto que ha generado cierto malestar entre los pequeños mineros, pues persiste la falta de claridad en relación con el manejo de los recursos públicos que deja la minería.
En un estudio sobre participación y control social de El Bagre (Tamayo, 2015), se concluye que la democracia participativa de la sociedad bagreña prácticamente está ausente de la vida política. Con base en los resultados de una encuesta realizada, especialmente, en relación con la pregunta ¿Cómo diría usted que es la democracia en el municipio de El Bagre? El 91% de las personas afirmaron que es una democracia en problemas, donde la delincuencia (32%), la corrupción (28%), el desempleo (22%) y la pobreza (15%), son las principales problemáticas identificadas por la población encuestada, quien a su vez señala tener una percepción baja frente al trabajo de las instituciones del municipio, debido a que no se advierte voluntad para propiciar escenarios reales de democracia participativa.
Esta es precisamente una de las exigencias por parte de la comunidad: confían en que la próxima administración esté presente, con información clara, veraz y oportuna que permita a los habitantes del municipio tener un mejor conocimiento sobre cómo se manejan e invierten los recursos públicos y la gestión redunde en elevar la calidad de vida de las comunidades. El clamor es que el próximo alcalde o alcaldesa se comprometa con la gente y con los pequeños mineros y los artesanales, que se ejecuten obras y proyectos con participación de la ciudadanía y en pro de sus cincuenta mil habitantes.
En dicho escenario, el reto está en saldar todas estas problemáticas y en recuperar la confianza perdida por parte la comunidad hacia la institucionalidad. En diferentes espacios de interlocución y participación, así como en las calles, se puede observar un desencanto general frente a la promesa de “transformación social” que alguna vez hiciera el entonces candidato para el periodo 2016-2019; promesa que no llegó y, que hoy, en la contienda electoral se presenta como una de las consignas por parte de los nuevos aspirantes a la alcaldía.
En esta coyuntura electoral, urge mas que nunca que los bagreños y bagreñas se inclinen por un voto consciente y programático; que las/los ciudadanos revisen minuciosamente las propuestas de cada plan de gobierno, votando por el proyecto mas pertinente para un municipio históricamente afectado por el conflicto armado y los malos manejos administrativos. Solo así El Bagre podrá ser de nuevo un referente de inclusión, transparencia y sostenibilidad, un municipio donde la gente decida no repetir la historia.
