He aprendido algo aún más importante que la libertad de expresión en los últimos años, y eso es la libertad de no expresión - primordialmente por el defensor de la libertad, Sokolov - algo que le hace mucha falta entender a los colombianos y a bastantes estadounidenses (en general a todos nosotros humanos acostumbrados a compartir cualquier cosa y hoy en día en que la privacidad se pasa por alto). Por eso no me pronuncio, ni trato de imponer mis creencias: porque entiendo la diferencia básica entre un principio moral y una opinión. Soy pluralista, pero nunca indiferente. Por eso es que esto si hay que decirlo.
Este próximo 15 de junio estamos en una situación problemática y a la vez fundamental. Las únicas dos opciones que tenemos son el actual presidente – Juan Manuel Santos – o el candidato de la oposición liderada por el expresidente Álvaro Uribe – Oscar Iván Zuluaga. Los que voten en blanco en estas elecciones se quieren ahogar en este océano e ir de para atrás. Y si en Locombia la mayoría de votos fueran en blanco, moriríamos todos sin saber qué hacer, tirándonos por la borda, en la mitad del caos. El no votar sería inacción e indiferencia, y nos arrastraría la corriente hacia un remolino sin salida.
Así que, en este escenario que yace ante nosotros en el que tenemos que estar en una situación entre eScilantos y Oscaribdis - y aunque ambas son opciones irremediablemente repudiables - es preferible optar por la primera. La paz es el camino. Y de los candidatos que lastimosamente hoy se disputan estas elecciones sólo el primero (Juan Manuel Santos) la ha trabajado y su posición la defiende.
Y aunque Santos no sepa de ontología (“El tal paro agrario no existe”), ignore niños asesinados mientras que se firma el proceso de paz, y trata de hacer a todo el mundo feliz como un mal economista – y unas cuantas cosas más en las que no divagaré – es menos riesgoso que el títere del hombre con poder político más peligroso que ha conocido la historia reciente colombiana – resaltado por Jaime Garzón. El candidato no puede ni siquiera superar su triunfo como mejor ministro de Hacienda en el gobierno de su titiritero, Alvaretto – gracias por la referencia, Daniel Samper – que sigue contradiciéndose y engañando a los colombianos sobre su postura anti-Paz y pro-Guerra, y el que no puede dar la cara con respecto a estar vinculado con chuzar el proceso de paz—a lo Watergate y rayando en copycat de las chuzadas de su maestro, el cual lastimosamente apoyé hasta abrir los ojos.
Lastimosamente ya no está ni Clara, ni Peñalosa; pero es nuestra responsabilidad salir de este cíclico ouroboros sisífico de violencia, y esto se hace votando por el fin de la guerra, y no por la perpetuación indefinida de ella.
No es suficiente el construir salones de clase o colegios, o el perpetuar esta guerra, o alcanzar avances científicos y probarnos que somos un país que económicamente va y sigue creciendo. ¡No es suficiente! La educación, la cultura, el tratado de paz, son algo perentorio para alcanzar una meta aún más ambiciosa en la sociedad colombiana—el construir paz en las mentes de sus ciudadanos. Este domingo se da el paso para construir el presente de una Colombia como debe ser: UNA COLOMBIA EN PAZ.
