Entre el juego y el vaivén de las emociones

Entre el juego y el vaivén de las emociones

Las emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, desagrado y enojo) tienen una razón de ser: existen para ayudarnos a sobrevivir

Por: Diego Mario Zuluaga Osorio
julio 09, 2024
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Entre el juego y el vaivén de las emociones

“Somos distintos, profe, me respondieron. ¿En qué son distintos? Pregunté”. “Cada uno de nosotros tiene su propio algoritmo”. (Roberto Palacio)

Desde la filosofía antigua a la actual lo relacionado con las emociones ha estado a la mano para su discusión, igualmente interpretar del momento en que estas aparecen y cuál es la importancia en el comportamiento del ser humano. De ahí que se hayan presentado diferentes teorías entre estas, en especial cuál es su beneficio en virtud a que debidamente manejadas pueden soportar ondas alfa, que regulan la manera de cómo enfrentamos los sucesos.

Y es que la ansiedad es la manera de como el cerebro nos dice que tiene miedo, pero también nos puede hacer sentir alerta e inquietos, los miedo, temores e inseguridades está alojados en el subconsciente y es de allí donde a veces es difícil dejar que afloren, que produzcan las soluciones a lo que pone en peligro nuestra sobrevivencia. Pero cómo entenderlo y aprehenderlo, basta con traer las experiencias y sus orígenes al frente de nuestros ojos, y mirarlos desde el fondo del cerebro, es decir, convertir esas experiencias en imágenes para que estas queden arrimadas en el inconsciente.

Ahora bien, “Las emociones básicas (Alegría, tristeza, miedo, desagrado y enojo) tienen una razón de ser, existen para ayudarnos a sobrevivir. La alegría permite que podamos relacionarnos. El miedo a huir del peligro. El desagrado a distanciarnos de algo no alineado con nosotros. El enojo nos mueve hacia el sentido de justicia (E. Villalobos); es por ello que también existen las emociones complejas: vergüenza, envidia, ansiedad, aburrimiento y nostalgia, aparecen a medida que el individuo va madurando y comprendiendo su influencia en el sistema de pensamiento; y esto explica el intríngulis en que se convierte ese círculo psicoevolutivo que experimenta el hombre, a veces pareciera una confusión de roles y otras veces la lucha de las individuales por saber quién se es, hacia dónde va, qué es lo quiere, qué es lo que me gusta y al final qué es aquello que me define.

La sociedad con su lupa filosófica y esa buena dosis de pensamiento crítico y a veces hasta con sarcasmos, nos lleva hacia la era de la ansiedad, esa fotografía de los tiempos que corren desde siglos pasados hasta ahora, pasando por la era del COVID, del postcovid y su influencia en la postmodernidad, vamos desde la alegría hasta ese pozo oscuro que nos esconde, una sociedad donde crece el conocimiento pero al mismo tiempo la ignorancia, una sociedad virtualizada en la que perdemos el sentido de lo real. Una sociedad del cansancio (B. Chul Han) y en donde el afán de reconocimiento no tiene fin. “Palacio). Se crea entonces una condición existencial o una forma de habitar el mundo, o una narración verdadera, o a veces utópica de lo que entendemos como auténtico; o queremos una redención, o ser reconocidos para recibir ese aplauso existencial que nos finque en lo real.

Queda entonces la incertidumbre de si sentirse bien es requisito para continuar viviendo o esperar un regalo por ser reconocido o un llamado de atención por hacerlo mal; se espera una respuesta siempre de ese mundo de ansiedad, de aquello que nos muestran las emociones, pero también hacia dónde nos lleva el consumismo que nos ha convertido en seres sedados a los que hace alusión Carlos Javier Grajales en su libro Filosofía de la Resistencia. Una sociedad de individuos sedados en donde se vuelven predecibles las conductas, los intereses, deseos y hasta las esperanzas, estas que han sido creadas bajo la capa de la personalización sin que el sujeto se percate de esta situación.

Un consumismo que terminó por absorber al ser humano, alejándolo precisamente de esos elementos constitutivos de la relación social, produciendo enfermedades mentales y físicas por no comprender ese nuevo orden político y económico; ese pensamiento positivo fue entregado para influir en las personas, a un público pluridiverso que dejó de ser lo suficientemente proactivo y se encasilló dentro de ese perfil consumista. De ahí que el mundo se ha dividido entre ganadores y perdedores para algunos un gran error, para otros una forma de identificar la poca identidad generada en el ser humano, o en donde no se presentan grandes ideas, sin el encanto elemental de un juicio para lanzar lo que implica desvincular la capacidad de contribuir al grupo humano.

“Vivimos en un mundo sin estructuración vertical de las ideas, sin propósitos, ¿qué queremos?, ¿hacia dónde vamos? (Roberto Palacio)

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