Entre el amor y la violencia

Entre el amor y la violencia

"Dicen que las personas nacemos sabiendo amar de la manera que lo hacemos, pero no es así". Una visión sobre el tema

Por: Mónica Muñoz Velasco
junio 26, 2020
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Entre el amor y la violencia
Foto: Flickr Kenny Rivas - CC BY-SA 2.0

Antes de hablar de amor

Uno de los problemas de carácter cultural de nuestra sociedad es sin duda la violencia de género: la sufren miles de mujeres en todo el mundo sin distinción de raza, edad, condición social, entre otras.

No hay un perfil definido de quién puede sufrir violencia de género ni de quién pueda ejercerla. Por lo tanto, hay que prevenirla a todos los niveles, más aún cuando este maltrato se presenta como síntoma de amor, hecho que hace más difícil identificar la violencia o los malos tratos como tales. Frases como "quien bien te quiere te hará llorar" lanzan un mensaje que confunde nuestra propuesta, más bien sería “quien bien te quiere te hará reír".

Si distinguimos bien el amor y la violencia aprenderemos a prevenir los malos tratos y también a tener mejores relaciones de pareja, más sanas y mejores para los dos.

El amor sano y el amor insano

"Conociendo nuestro modelo de amor"

Podríamos pensar que el modelo que se tiene de amor es algo innato a las personas. Dicen que las personas nacemos sabiendo amar de la manera que lo hacemos, pero no es así. Las personas no nacemos sabiendo amar, lo aprendemos y lo decimos porque la cultura en que vivimos marca el modelo de amor que tenemos. Prueba de ello es que no hay un modelo de amor universal, hay cultura monógama y otras polígamas, cada una marcada por la cultura y la moral (que son las que establecen el modelo de amor a seguir).

El amor romántico

Y centrándonos en nuestra cultura, hemos aprendido amar siguiendo el ejemplo de los adultos, el cine, la televisión, el evangelio, los juegos, los cuentos, entre otros. Aprendemos amar de cierta forma y siguiendo un modelo que se enmarca en nuestra cultura, es por eso que el modelo de amor que tenemos y reproducimos es el del amor romántico. Sirven como ejemplo de este modelo las relaciones de chicos y chicas que hemos visto en los cuentos clásicos como Caperucita Roja, La Cenicienta, La Bella y la Bestia y Blanca Nieves.

En ellos a la mujer se les atribuyen cualidades como la fragilidad, la dependencia, la indefensión, la sumisión y la delicadeza. Sin embargo, a ellos se les presenta como valientes, luchadores, fuertes, decididos, independientes, creativos, con iniciativa, competentes, entre otras. Así no tenemos más que pensar en el príncipe azul que salva a la chica indefensa de los males que la acechan... todos en nuestro país hemos crecido viendo esas imágenes y hemos recibido estos mensajes marcados por el género.

Este esquema, marcado con roles diferenciados entre chicos y chicas, lo vemos en el cine, en la televisión y en la publicidad. De ese modo vamos interiorizando el modelo de amor dominante, el romántico, que nos inculcan desde antes de nacer con el cuentico del baby shower, lo azul para el hombre y el rosado para la mujer, entre otros.

Ahora bien, la violencia de género tiene su origen en las relaciones desiguales entre ellas y ellos, lo que llamamos relaciones no horizontales, donde una de las partes tiene más poder que la otra. Es aquí donde nace la violencia de género.

Es importante eliminar lo que se conoce como la dualidad de la existencia humana. De tal manera, paralelamente iríamos disminuyendo las cifras de violencia de género, acabando con el modelo dominio/sumisión, más porque actualmente la mujer se desempeña en muchas esferas que antes eran imposibles de pensar. En consecuencia, hoy causa asombro una mujer piloto, trabajadoras en estaciones de gasolina, manejando maquinaria pesada, militares, en cargos directivos, liderando un país, etcétera, roles que van derrotando el pensamiento de la mujer frágil, incapaz, sumisa e incompetente, sin embargo, conservando sentimientos innatos que le otorga la maternidad.

Los estudios realizados sobre la violencia reflejan que la exposición a modelos violentos, especialmente durante la infancia y adolescencia, conduce a la justificación de la violencia y que ambas condiciones incrementan considerablemente el riesgo de ejercerla y de sufrirla. Así mismo, existe suficiente evidencia que permite considerar a las experiencias infantiles de violencia como una condición de riesgo en las relaciones posteriores, incluyendo en este sentido la violencia de género. Por el contrario, no se puede afirmar que todos las personas que han vivido violencia de género en los hogares de origen van a reproducir violencia, esto depende de muchos factores como el de sustituir una educación en el respeto mutuo, en la no cosificación de la mujer, en cambiar la imagen de una mujer hogareña y ama de casa por una mujer trabajadora y capaz, en que los roles y funciones los podemos ejercer en iguales condiciones en cualquier campo, empezando en el hogar, sin deja atrás la escuela, el trabajo, es decir, la renovación en el pensamiento equitativo debe ser integral

En las últimas décadas se han producido avances muy significativos hacia la igualdad, especialmente en la juventud, hablamos hoy de esos jóvenes que desisten de estudiar carreras profesionales tradicionales y se convierten en chef, un oficio que culturalmente era exclusivo de la mujer. Por otro lado, ha quedado en evidencia que el confinamiento ha traído a muchos hogares la distribución de funciones en aseo y cocina, y es por eso que hoy apuntamos a una sociedad más equitativa en todo sentido.

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