
Mario Pedroza un gran crítico brasilero afirmaba algo que es ineludible en su país: Brasil está condenado a la modernidad. En el mundo del arte del siglo XX hemos visto pasar seres como Ligya Clark con su geometría mutante, a Helio Oiticcica quien desde el movimiento Neo- Concreto propuso las primeras instalaciones y las primeras sensaciones aleatorias al arte, Cildo Mereles con su obsesión por el color exuberante, en sus obras no tiene proporciones. Muniz nació en Rio de Janeiro dentro de la enorme clase media y, como sus padres jamás pisaron un museo, hoy en día, cada uno se sus trabajos es un homenaje a ellos. Es sin duda, dentro su generación es uno de los artistas más importantes de su país.
La imagen que es una fotografía en gran formato muestra su interés en el papel como una verdad tangible que reta la verdad intangible: así el medio digital se destaca porque en el ciberespacio las verdades como los verbos, mutan con el tiempo. Sus temas son arquetipos o íconos para que la imagen tenga un reconocimiento que se centra en imágenes de la historia del arte o, con series con compromisos social.

Por ejemplo, se encuentra la imagen del Che Guevara pintado con una frijolada para ser más que es rito gastronómico típico de su cotidianidad. También interviene propuestas con lecturas de sociedad mientras Muniz también habla de fotografías de escenografías en grandes formatos. Así mismo se apropia de La Medusa de Carvaggio – el mito griego de la guardiana- en un casi plato vacío de espaguetis. A Liz Taylor la retoma desde la fotografía y a la imagen ícono la pinta en medio de diamantes o, realiza el mapa del mundo con pedazos de los viejos ordenadores con todas sus partes que incluyen la versátil y bursátil actualidad de la globalización. Sintaxis con muchas lecturas trasversales.

Dentro de los juegos de la percepción y los materiales, el artista confirma la tesis de que solamente la interacción de la obra con el público es cuando la obra tiene valor porque el espectador piensa, siente y completa la obra, según cada punto de vista.
Cada cuadro tiene su historia: cuando el artista no tenía dinero y ya había llegado a vivir en Nueva York gracias a una extorsión que utilizó después de haber sido abaleado como transeúnte, sin justa causa y como transeúnte, llega a la ciudad manzana y se compra unas revistas Life de dónde rehace imágenes del mundo en blanco y negro que son símbolos de la conciencia colectiva: como es el saludo militar del pequeño John John mientras pasaba el féretro de su padre asesinado, o el hombre chino que se enfrenta a todos los tanques en la enorme Plaza de Tiananmen, o la mágica imagen de John Lennon en su actitud de pacifico que tiene la muerte por delante.
Obviamente, con el tiempo las finanzas mejoran y puede trabajar en otras técnicas como son los dibujos en alambre de objetos que adquieren otra dimensión en la fotografía. Otra línea mágica que la hace aérea. La forma y el fondo se desvanecen en la atmósfera del cielo mientras dibuja una línea con la propulsión de un avión en varias ciudades norteamericanas. Con la idea de las nubes tiene la técnica del algodón construye teteras vaporosas o perritos en el aire. No nos sorprende que el hilo conductor sea la técnica que la recoge línea del movimiento de un posible paisaje marino de Hislow Hommer.
También se apropia con irreverencia imágenes de la historia del arte mientras retoma a la extraña Monalisa de Leonardo da Vinci que se la reinventa en mantequilla de maní y mermelada. Acá hace una propuesta estética, esta vez comestible, que sugiere un diálogo con los otros sentidos como el olfato o el gusto. Y remata con las imágenes de Frankestein y Drácula están determinados por el caviar o una bella foto de Liz Taylor repleta de imagen

Entre otros temas más comprometidos con la sociedad aparecen imágenes como el basurero del Jardin de Gramcho en Rio de Janeiro. Con ellos y desde ese lugar, construyó desde el mundo de la Muerte de Marat del estilo neoclásico de la obra de Jacques-Louis David o la mujer pobre y triste de Picasso planchando en su época azul, entre un cerro enorme de botellas y envases de plástico. Son experimentos de vida.
Y acá no acaban las versiones sociales es el reclutamiento de jóvenes para las distintas guerras: como puede ser un niño armado estructuralmente con soldaditos de caucho. El juego real de la guerra. Otra puede ser la condición de soledad de una mujer sin alma en un cuarto de un hotel. Con recortes de revistas que simbolizan la soledad, que tanto le interesó a la pintura del norteamericano Edward Hopper.