Masas humanas protestan contra impuestos injustos que elevarían el precio de los productos más necesarios. Simultáneamente, bandas camufladas corrompen la protesta con acciones que incrementan aquellos precios, en varias veces más de lo que resultaría de los impuestos protestados. Ocurre porque las bandas camufladas destruyen infraestructura e instalaciones empresariales, disminuyendo la cantidad ofertada de los bienes más necesarios, ya porque sin infraestructura es imposible llevarlos al mercado, ya porque las empresas destruidas no podrán producirlos nuevamente.
Que justas protestas terminen sirviendo al efecto opuesto del que pretenden es paradoja difícil de explicar. Carlos María Cipolla, economista experto en historia económica, tiene una hipótesis: existen personas que causan daño a otras sin provecho para sí o, incluso, obteniendo perjuicios. Ocurre con las masas humanas que protestan justamente: son utilizadas por los camuflados que dañan a la ciudadanía destruyendo su infraestructura, y a cientos de empresarios arrasando sus instalaciones generadores de riqueza. A cambio, las masas se perjudican con una mayor elevación de los precios que quieren rebajados. No son malvados dice el economista. Si lo fueran actuarían en beneficio propio, perjudicando a otros.
La hipótesis de Cipolla es problemática: quien así actúa, dice textualmente, es una persona estúpida. Es inverosímil que las masas que protestan sean tales, siendo mayoritariamente jóvenes estudiantes y, más aún, colombianos. Parece mejor ensayar otra hipótesis, así Cipolla responda con firmeza que la “probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”.
Las justas protestas se originaron por impuestos del fiscalismo destructor del bienestar ciudadano. Cuando el fisco comprende y renuncia a sus exacciones, repentinamente se atribuye a las protestas masivas alcances mayores a eliminación de impuestos y precios bajos, con exigencias que arruinan a empresarios y al fisco, haciendo colapsar al estado. Entretanto los camuflados arrecian con actos destructores. Cipolla resulta superado: desde 1850, en un mensaje a la liga de los comunistas, Marx recomienda a los terroristas que se camuflen entre la ciudadanía y lleven al extremo las propuestas de los demócratas, convirtiéndolas en ataques directos contra la propiedad.
Entonces, dice textualmente Marx, ante propuestas de impuestos progresivos moderados, los terroristas insistirán en tarifas impositivas que provoquen la ruina del gran capital; ante propuestas de regularizar la deuda pública, exigirán la bancarrota del estado. Al igual que la de Cipolla, esta tesis marxiana es problemática: Lenin y Trotsky adoptando la estrategia terrorista de Marx en la carta de 1850, impusieron el totalitarismo estalinista; mientras las masas de ciudadanos que protestan justamente, practican la democracia.
¿Finalizar la tragedia con Cipolla o con Cipolla? Intentarlo exige considerar que los terroristas, según la misma carta de 1850 a la liga de los comunistas, no se opondrán a los excesos populares contra individuos odiados o contra edificios públicos, sino que asumirán su dirección; y que Cipolla alerta sobre el hecho de que siempre e inevitablemente se subestima el número de estúpidos que circulan por el mundo.
* PhD. – Social Researcher. Profesor-Investigador Universitario.