“De todo se da en la viña del señor” y situaciones de “urgencia manifiesta” como la que vivimos mundial y nacionalmente con la amenaza del coronavirus, son el escenario ideal para que en diversas geografías y culturas se manifiesten facetas variadas del espécimen humano, que aunque se vista de seda, como la mona del refrán: “mona se queda”.
Así mientras buenos samaritanos organizan campañas para que las personas en sus comunidades guarden el comportamiento apropiado para impedir la diseminación del Covid-19 y reúnen recursos y mercados para distribuirlos directamente entre población de barrios marginales, siendo víctimas de comparendos impuestos por policías incomprensivos; algunos hedonistas, regidos por el refrán: “a beber y a ligar que el mundo se va a acabar”, se encierran durante días a ‘prevenir’ el virus, frotándose el alcohol desde la garganta y como estimulante de orgiásticas y caligulescas faenas; mientras “ratas de alcantarilla” ligadas a administraciones municipales, departamentales y nacionales, aprovechan la no obligación de licitar la compra de mercados, que les ofrece la declaratoria del “Estado de emergencia”, para roer millonarias tajadas del presupuesto público mediante el sobrecosto en la compra, de mercados para distribuirlos entre las comunidades sin ingresos, y de insumos médicos para prevenir y afrontar al coronavirus, sumándoseles empresas de servicios públicos disparando las tarifas de agua, aseo, energía eléctrica y gas y los bancos que a pesar de recibir ayudas del gobierno se niegan a financiar a empresarios en crisis por cierre de fábricas y mercados.
Con las ayudas de emergencia y para la reconstrucción, después de los terremotos de Popayán, Armenia y el eje cafetero, las avalanchas que sepultaron Armero, Tierradentro, arrasaron Mocoa y otras localidades, se presentó rapiña similar y también afloraron las más nobles y más rastreras expresiones del ‘ser humano’, enseñándonos la validez del estribillo del tango “Cambalache”, cuando reza: “El mundo es y será una porquería ya lo sé/ en el 510 y en el 2000 también…”.
Y otras alimañas que no descansan en tiempos de emergencia, son las que como agentes de bandas internacionales, `poderosas empresas nacionales e internacionales o escudados en banderas políticas, buscan perpetuar el narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión, el desplazamiento de comunidades para robarles las tierras y el reclutamiento y trata de menores, recorriendo los campos de municipios aislados para asesinar a líderes sociales que intentan erradicar los cultivos de coca, tal como ha sucedido en veredas de Argelia, El Tambo, Buenos Aires, López del Micay, Corinto, Tumaco, entre otros municipios del suroccidente colombiano.
Y si esto pasa en Colombia, el panorama más patético nos lo brinda el manejo que a la emergencia le ha dado el presidente de los Estados Unidos, primero minimizando la importancia de la “gripita”, así como lo hizo cuando negando el cambio climático, sacó a su país del Acuerdo de Paris, firmado por varios países para intentar revertir el acelerado calentamiento global.
Desesperado, no tanto por combatir el coronavirus sino por asegurar su reelección, el aventurero engatusador de Trump ha dado bandazos entre atizar los conflictos con posibles incursiones armadas en Irán y Venezuela, extremar el cierre de fronteras para atajar inmigrantes, echarle la culpa a la Organización Mundial de la Salud, dizque por no haberles avisado a tiempo, quitándoles los aportes cercanos a 500 millones de dólares, y achacarles la culpa a los chinos, mientras con la multimillonaria chequera del Tesoro Federal reparte a su nombre ayudas y subsidios buscando sobreaguar ante la crisis generada por los 22 millones de desempleados y el record mundial de contagiados y víctimas del coronavirus, especialmente entre hacinadas y marginales comunidades negras y latinas.
Definitivamente la especie humana así como es biodiversa racial y culturalmente, también lo es en el comportamiento: solidario y desinteresado o egoísta, depredador y en ocasiones sibarita y suicida, de sus individuos en sociedad, que en épocas de crisis como lo actual, desempeñan roles que en su esencia se repiten a lo largo de la historia, con ligeras variaciones de decorado y escenario. “La mona aunque se vista de seda… mona se queda.”