Las tareas nos esperan; sin duda. Después del Mundial, los pendientes están al acecho, con todos los avatares, dificultades, por la forma de integración el Congreso de la República; vicisitudes de la democracia; ya miraremos.
Pero miren ustedes: Colombia, como un solo ser y, por medio de esos, esos sí héroes —del deporte, de la paz—, de la competencia reglada —que no arreglada—, estuvo presente en el Mundial. Qué bueno.
El esfuerzo unió a todos, permitió que las rutas de la prosperidad del pensamiento reinaran. Qué satisfactorio. La regla de oro del encuentro, de la contienda, de la participación, como es la igualdad entre desiguales, resurgió; lo entendimos, lo compartimos, lo exteriorizamos en risas, gritos y, hasta sollozos.
Qué bueno competir, recrear la fe en la esperanza, vigilar cada pulgada de la contienda, de la posibilidad. Qué especial enseñanza. Y, allí todos, todos cabíamos. Paso a paso, el camino andado, sudor manifiesto, la alegoría del dolor y, el trabajo realizado, pulían y, troquelaban[1] la siguiente etapa. La regla se imponía: qué enseñanza de vida. Sin exclusión, sin tendencias destructoras de las reglas, sin trampas que impongan la sinrazón, sin cambios abruptos de reglas que, aunque aparenten serlas, no son sino la violencia —actos torticeros—, lo contrario a la razón de la leal competencia.
La vida en sociedad así es competencia, reglas, igualdad y, logros, respuesta al esfuerzo o, a la mera posibilidad, que sin desesperanza, en el displacer, se dirigirá a la siguiente oportunidad: nada es derrota. En la escuela, en la educación superior, en las sociedades informales, desde las juntas de acción comunal, las de propietarios o usuarios, hasta en las corporaciones o institutos públicos, se repite el diseño; la humana condición en el mejoramiento personal o, en bien común, dependiendo de la zona de cubrimiento de la que se trate.
El Estado, como organizador formal de las relaciones y protector de los derechos fundamentales, solo —como si fuera poco— colabora, coadyuva, para que las reglas sean posibles por medio de programas de igualdad.
Competencia, reglas, igualdad: el trípode de lo que vimos, por lo que se posibilitó soñar; por lo que permitió unirnos. Sabrosa experiencia; máxima enseñanza, en el comportamiento individual, pero sobremanera, en el colectivo. Pero miren ustedes, señoras y señores: ¿el objetivo era simplemente ganar? Sí, sí, una finalidad; pero lo que unía y hacía que la composición sonara a gracia, era la competencia. Los medios aquí sí que eran importantes y, no todo medio valía; medios correctos, lícitos, en estrategia, con decoro y, fines en posibilidad. Qué gustaba más, reflexionemos: ¿la jugada, el gol bien logrado o el resultado final? Pues todo, pero a cada paso, con reconciliación con la jugada, con participación en el triunfo. Qué enseñanza.
El acceso al poder, también posee esos lineamientos, derroteros y, principios. Los medios cuentan, la jugada es observable, los fines en juego, es decir, el poder, no se pone de inicio, de único derrotero y de libreto terminado, sin comenzar por el comienzo: la propuesta, la exposición, la contienda; el poder solo es el resultado de una competencia, de unas reglas, de la igualdad.
Desnaturalizan la radiografía así encontrada, los mecanismos de exclusión, la ruptura, el desconocimiento o la violación de las reglas, la ausencia o fractura de la igualdad, el desprecio por la competencia. Así, cuando se quiere asegurar un resultado, cuya impronta es el poder, a veces los medios no importan o, importan tanto, que no interesan cuáles se escojan, se admite el todo vale. Qué error.
Y, sí un árbitro, juez y balanza, pasa, posa de contendiente: la competencia se acaba. Eso pasó; el crédito, la contienda reemplazada por quien debía velar por la igualdad: un triunfo amargo. Qué pesar.
Las reglas superadas por el garante. Se acabó con la ilusión, se acortó el triunfo por la fugaz posibilidad del camino dejado de transitar. Enseñanza negativa que dio por el triunfo amargo. Con el poder pasó otro tanto: cuando se fracturó la norma para admitir la reelección presidencial, se rompieron las reglas, el equilibrio y, de paso, se utilizaron los medios inadecuados para sostenerse en él. En ambos casos, el resultado fue un golazo, no propiamente del Mundial que queríamos….
[1]troquelar. (De troquel). 1. tr. acuñar1.2. tr. Recortar con troquel piezas de cuero, cartones, etc. R. A. E. derechos reservados. http://lema.rae.es/drae/?val=troquelar