Un hombre visionario, aquel que se enfrentó ante los intereses de los poderosos por defender el espacio público en la década de los 90, aquel que transformó hace 20 años la movilidad de la ciudad, aquel que logró los mayores avances en infraestructura después de 12 años de desastrosa izquierda en la ciudad, ese es el hombre que verdaderamente transformó la forma de hacer política.
A muchos no se nos olvida cuando recorría las calles de Chapinero con un volante y un lapicero a la mano, cuando su única arma fue la palabra, esa palabra que los poderosos y la oposición de izquierda cientos de veces intentaron callar. Enrique Peñalosa culmina su último mandato en medio de bajas en la popularidad, quizá porque siempre hizo lo correcto y no lo popular, pero nadie podrá decir que no lo hizo pensando en el bienestar de ocho millones de ciudadanos. Se despide un hombre que entendió que la igualdad es real cuando el ciudadano que viaja en TransMilenio es igual de importante y viaja aún más rápido que el ciudadano que viaja en su BMW.
No pretendería ocultar los grandes fracasos de su gobierno, su desconexión con la ciudadanía, el egocentrismo de su persona y el autoritarismo con el que manejó el tema ambiental de la ciudad. Pero tampoco se nos pueden olvidar los grandes logros que alcanzó en su último mandato al frente de la administración distrital: ,iles de obras a lo largo y ancho de la ciudad, el menor índice de pobreza multidimensional en la historia, 62 colegios en construcción o entregados, recuperación de Capital Salud, recuperación de los hospitales, creación de los CAPS, creación de la línea de citas médicas, entrega de la Cinemateca Distrital, entrega del TransmiCable, renovación de la flota de Transmilenio, descontaminación del río Bogotá, fortalecimiento de los festivales de la ciudad, Construcción del Movistar Arena, intervención del Bronx, mejoramiento y construcción de vías (Autopista Norte, Calle 183, Calle 153, Calle 116, Calle 63, Av. Bosa, Av. El Rincón/Tabor, Av. Ciudad de Cali, Av. Ferrocarril, Av. Guayacanes, etc.) y lo más importante, después de 60 años, por fin se licitará la construcción del metro de la ciudad.
Ningún gobernante está exento a críticas y debates, pero la historia de Enrique es la historia de un hombre que soñó con una ciudad igualitaria, desarrollada, diversa y compacta. Es la misma historia de un hombre que fue derrotado en urnas tres veces consecutivas, y aun así, el amor por su ciudad hizo que lo volviera a intentar una vez más hasta ganar. Estoy seguro que la historia pondrá a Enrique Peñalosa en el lugar que corresponde, quizá no en el palco de los caudillos populistas, pero sí en el palco de los visionarios y transformadores que entendieron el verdadero quehacer público. Gracias, Enrique, buen puerto y buena mar.
