Enrique Gómez, ¿una frívola caricatura del laureanismo?

Enrique Gómez, ¿una frívola caricatura del laureanismo?

El restituido Movimiento de Salvación Nacional poco tiene que ver con la disidencia conservadora de Gómez Hurtado; pinta más como una microempresa laureanista

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
abril 25, 2022
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Enrique Gómez, ¿una frívola caricatura del laureanismo?
Foto: Leonel Cordero

A casi un mes de concurrir a la primera vuelta presidencial, Enrique Gómez Martínez, el digno representante de la clásica estirpe laureanista, no ha podido salir de los sótanos del infierno. Una posición poco satisfactoria para un candidato tan conservador. Su mayor contrincante en la carrera por la Casa Nariño sigue siendo el margen de error o, si acaso, Luis Pérez (la otra caricatura de la contienda).

A Gómez poco le ha servido ventilar la relevancia histórica del Movimiento de Salvación Nacional; presentarse como un continuador tardío del alvarismo o “deslumbrar” con su bagaje intelectual, es claro que su aspiración nunca despegó y terminó reducida al activo hormiguero de la extrema derecha.

Tras lograr la restitución de la personería jurídica para el Movimiento de Salvación Nacional (en la línea de la UP, el Nuevo Liberalismo y Verde Oxígeno), Enrique Gómez se asumió como el continuador del legado político de Álvaro Gómez Hurtado.

Así que confeccionó sendas listas a Cámara y Senado integradas por destacados alvaristas y pensó que, apelando a la memoria de su tío, vigente en la vida nacional con su esencial “acuerdo sobre lo fundamental” y eternizado en los discursos de Petro, podría despuntar como un fenómeno electoral; sin embargo, el resultado no pudo ser más lamentable, pues la lista solo alcanzó 29.102 votos al Senado y 39.452 en Cámara. Muy lejos del umbral y solo superando la lista de Comunes.

La verdad es que el Movimiento de Salvación Nacional recién restituido poco o nada tiene que ver con la disidencia conservadora que orientó Álvaro Gómez en el último tramo de su vida, con la cual concurrió a la presidencia en 1990 (alcanzando 1.433.913 votos), eligió 11 delegatarios en la asamblea nacional constituyente y 15 congresistas en 1991.

El conservatismo social advenido en alvarismo y que pactó grandes transformaciones con la Alianza Democrática M-19 en una dinámica que oxigenó el legado político de Gómez, alejándolo del beligerante senador conservador que instó a Guillermo León Valencia a bombardear la “república independiente” de Marquetalia; paradójicamente, una instigación que alentó la conformación de la guerrilla de las Farc y que tres décadas después le costó la vida en un “ajuste de cuentas histórico”.

El recién restituido Movimiento de Salvación Nacional nada tiene que ver con el orientado por Álvaro Gómez desde finales de los 80 y pinta más bien como la microempresa electoral de Enrique Gómez, más cercano al laureanismo (o si se quiere a las posiciones del joven Álvaro Gómez); esa vertiente del fascismo criollo que entre los años 40 y 50 atemperó el conflicto armado haciendo invivible la República. Es más, el mismo Gómez Martínez, congelado en la memoria de su abuelo, viene hablando de “repúblicas independientes”, no escatima oportunidad para cuestionar la JEP y cuando se le preguntó sobre una eventual negociación de paz con el ELN respondió que lo que se necesita es “echarles bala venteada”. Su discurso es radical, violento, y ocasionalmente instiga al odio.

Tras el fracaso en su estrategia al Congreso y sin mayor capital de opinión, a Enrique Gómez no le quedó de otra y solo se ha dedicado a insultar a Petro, haciendo equipo con Federico Gutiérrez en una especie de “estrategia sirirí”, desinformando sobre las propuestas del Pacto Histórica y hasta ridiculizando al líder de la Colombia Humana como un “guerrillero y borracho”. Eso nada tiene que ver con el movimiento que pactó con fuerzas políticas herederas del alzamiento armado (el mismo Álvaro Gómez fue cercano a Petro) los pilares sociales de la Constitución de 1991, con las posiciones del hombre que se distanció de la sombra más visceral de su padre y no claudicó ante el régimen de corrupción, con un alvarismo más abierto e incluyente.

Enrique Gómez no representa la más mínima continuidad del alvarismo, su discurso militarista y de extrema derecha solo lo ha reducido a disputarse una posición con el margen de error en todas las encuestas y lo ha convertido en una frívola y anacrónica caricatura del laureanismo.

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