Nos meten los dedos a las narices, nos arrancan la lengua y ni cuenta nos damos. Una serie de hechos noticiosos que en los últimos días han prendido las alarmas, cómo de manera cínica algunos gobernantes juegan con las expectativas y manosean la confianza de los colombianos; gobernantes hoy en ejercicio, otros ya en vacancia, nos han pintado la cara, y con tal de hacerse elegir con cualquier artimaña timan a sus electores. No debería extrañarme: hecha la ley hecha la trampa, dice por allí un adagio popular.
Desde la capital y para el país ha sido noticia lo de los títulos falsos de los “mi casi doctores” Enrique Peñalosa y Gustavo Petro, ambos elegidos popularmente para ocupar el que ha sido tradicionalmente llamado el segundo cargo más importante del país: la Alcaldía de Bogotá. Que sí estudió pero que no se graduó, que el diploma de afuera traído aquí vale más que uno de Colombia. Una mujer colombiana que estudió en la misma universidad de Paris, pero no encontró nada sobre los estudios e investigaciones del alcalde Peñalosa y lo más divertido, que el doctorado en Gestión Pública, ni siquiera lo ofrece la prestigiosa universidad parisina. Que “nunca dije que me había graduado”, y al final la conclusión, la brillante conclusión que nos debe dejar conformes a todos, es que el hecho de mentir sobre la formación académica no es cosa grave, no genera ningún tipo de sanción, por supuesto aquí en Colombia la sanción social menos.
Como le escuché a alguien por allí,
que se preocupen antes de ser doctores por ser “señores”,
y lo que debería ser aún más importante,
que se ocupen de ser buenos gobernantes, buenos alcaldes
Como le escuché a alguien por allí, que se preocupen antes de ser doctores por ser “señores”, y lo que debería ser aún más importante, que se ocupen de ser buenos gobernantes, buenos alcaldes. Para mí lo que debería importarnos a todos es ser ante todo buenos seres humanos, y para lograrlo, no mentir, no engañar, no hacer trampa es importante. Aquí no pasa nada, continúan en el escenario político, van y vuelven, y Juan Pueblo volvemos y los elegimos. La sanción estaría en nuestras manos, con el poder de decidir y de no elegirlos más, y no la usamos.
Como le escuché a alguien, que se preocupen antes de ser doctores por ser “señores”, y lo que debería ser aún más importante, que se ocupen de ser buenos gobernantes, buenos alcaldes.
Entre marrullas y tramoyas, nuestro flamante presidente Santos tampoco se queda atrás, no lo hace nada mal, tremenda pantomima que nos montó con la selección de la terna para escoger fiscal general de la Nación. Así como jugador de póker, y en las narices de todos, nos pintó la cara el primer mandatario, al acabar con las posibilidades del pobre vicefiscal que sacó por la puerta de atrás. No faltarán quienes digan que la ley no lo obliga a abrir el “maquiavélico” concurso de méritos, ya que es enteramente de su competencia y resorte presentar la terna. Sí molesta y manda un mensaje bien maluco de engaño, de trampa a los colombianos, donde lo que más afecta y menoscaba es a la democracia, y ese tufillo de “sentirnos bien boludos” que deja en el ambiente.
Construir confianza no es nada fácil, requiere de tiempo, de esfuerzo, de dedicación y partir del principio de alteridad, de ver al otro como mi par, de respetarlo, de tener la capacidad para deponer intereses personales en favor del bien común. Si en Colombia estamos transitando por escenarios de construcción de paz, de perdón y reconciliación, la verdad y la garantía de no repetición son fundamentales, y los gobernantes son los primeros llamados a hablar con la verdad, a no mentir, a no engañar, no hacer de la trampa su arte, a dar el ejemplo de que la paz se construye en cada corazón, en cada acción y decisión que no dañe y no lastime a los demás.
Si soñamos con alcanzar la paz duradera, lógico que engañar no paga.
Por @Miguel_Mondrag