Desplome de Duque en las encuestas a cien días de la posesión y presión, de todos los frentes, para que enderece, aunque cada cual tiene su hipótesis de cómo debe ser la corrección. Si algo le podría salir bien, a largo plazo, es que se plante en el centro.
Que un presidente en ejercicio caiga en las encuestas de favorabilidad no es anormal. Ni los presidentes del Frente Nacional ni los del noventa en adelante, con la gran excepción de Uribe, gozaron de popularidad.
De Barco es mas difícil hablar porque gobernó en una etapa sangrienta por partida doble, de narcos y guerrilla poderosos, con un inmenso talante liberal. Gaviria, entre el racionamiento energético y la fuga de Escobar, vio desplomarse el apoyo popular para luego remontar, parcialmente, con el levantamiento de la hora Gaviria y la muerte del capo. Aún antes de que se conociera que la campaña del 94 había sido penetrada por el billete del narco, ya la popularidad de Samper era relativamente baja y Pastrana, después de un fallido proceso de paz, con las Farc envalentonadas, salió con el 21 % de favorabilidad.
Que Santos, con tesón y plebiscito en contra, haya logrado el acuerdo que paró la violencia de mas de cinco décadas, tampoco le dio réditos de popularidad en amplios sectores, así el No hubiese ganado, en parte, por obra del “estábamos esperando que la gente saliera a votar berraca” que confesó el gerente de la campaña, Vélez. Así gozara del mejor apoyo internacional.
¿Reformas tributarias? Cada dos años hay una y todas han sido, prácticamente, por definición, impopulares.
¿Incoherencia entre el discurso electoral y el rumbo en el gobierno? En materia tributaria, Duque tampoco es el primero; todos han prometido en campaña bajar impuestos, aunque el actual presidente fue bastante radical al respecto cuando era candidato. Los expresidentes han prometido en campaña no meterse con el bolsillo de la gente y, luego, con ministros de Hacienda mas o menos hábiles y en función de la cobertura de las alianzas en el Congreso y la extensión de la mermelada, han sacado adelante, con mayor o menor éxito, sus respectivas reformas.
De modo que no parece apropiado hablar de Duque como fenómeno sobresaliente de impopularidad si de comparaciones se trata, aunque es posible que sí haya roto récord por la prontitud del derrumbe. ¿Qué lo hace tan particular?
En las propias toldas del Centro Democrático y, dentro del movimiento,
en los segmentos más radicales,
campea la desilusión por el talante y la ausencia de ciertas decisiones
En las propias toldas del Centro Democrático y, dentro del movimiento, en los segmentos más radicales, campea la desilusión por el talante y la ausencia de ciertas decisiones. Que Uribe se haya equivocado con Santos ya fue, para ellos, una tragedia. Pero que ahora, el ungido por el gran líder, se desplome en 100 días, genera un golpe que nadie imaginaba en agosto pasado. Finalmente, Duque había recorrido el camino de unas primarias del CD sui generis en el que quedaron tendidos Nieto, Trujillo, Valencia y Guerra, con el guión del gran líder. Inexplicable caída.
Para utilizar lenguaje de escuela de negocios, Duque no ha cumplido, desde el punto de vista del CD, con la esperada oferta de valor. No hacer trizas el acuerdo, no sustituir la cúpula de la fuerza pública que el sector radical del CD considera perdedora y traidora, no utilizar el lenguaje de la descalificación a los bastiones que sustentan los acuerdos de paz, no imponerse en ciertos nombramientos, darle espacio, supuestamente, a continuidades sospechosas de santismo. Y, claro, no tratar el movimiento estudiantil como debe ser, a la brava, porque lo que pretende es implantar la revolución social. Claro, el proyecto de reforma tributaria, dada la flojera en el talante, es la cereza del postre, coronada por la ausencia de capacidad de negociación con las distintas fuerzas políticas.
Como bien lo ha dicho Ricardo Silva, hay otro hilo fundamental: se sembró por parte del CD tal visión de apocalipsis en los últimos años, de inviabilidad del país, que convencieron a buen parte de la gente.
Si la enderezada va por el lado de la nueva foto de Duque, mirando a lontananza con la mano en el corazón, para pretender convencer al CD que es la encarnación del gran líder, se equivoca, entre otras, porque no le creerán.
La única opción de Duque es jugarle al centro: culminar el difïcil tránsito hacia la paz. Derrotar la polarización, ser el líder de la reconciliación. Recordando a Marta Lucía Ramírez en agosto: una cosa es el CD, otra el gobierno.