La encuesta es quizá el instrumento estadístico más conocido y utilizado por profesionales de diferentes disciplinas; y es a su vez, tristemente, el único acercamiento que la mayoría de personas tienen a esta disciplina. Aunque su origen nos remite a los estudios de John Sinclair (informe estadístico de Escocia, 1791 – 1825) y al de James Kay Suttleworth (Las condiciones morales y físicas de la vida delos obreros de la industria textil en Manchester, 1832) no fue sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando se fue popularizando como metodología predominante a la hora de realizar estudios de mercado en los Estados Unidos gracias a consultoras de carácter privado como Gallup, Croslley y Ropper.
A medida del paso del tiempo, esta estrategia o técnica (como prefiera llamársele) fue adquiriendo diferentes metodologías de otras disciplinas hasta llegar a un punto de profesionalización indudable e incuestionable desde la visión pragmática y científica. Por eso socialmente aceptamos las encuestas o los sondeos de opinión como una de las formas más cercanas y aproximadas que tenemos de abstraer la realidad, digo abstraer porque la palabra conocer es ya un poco atrevida, esa abstracción de la realidad nos permite adquirir conocimientos demográficos, sociales, económicos, financieros e incluso políticos de los agentes que participan día a día en la sociedad y los mercados.
Generalmente estamos de acuerdo cuando entidades como el Dane o el Banco de la República nos arrojan resultados económicos donde se pretende categorizar y arrojar el nivel de ocupación de la población, la tasa de desempleo, el tipo de vivienda en el que los colombianos viven o incluso el nivel de ingresos de estos mismos. Sin embargo, cuando intentan arrojarnos resultados de encuestas que afectan directamente nuestras creencias (porcentaje de cristianos en la sociedad, personas a favor o en contra del aborto, etc.) comenzamos a dudar y a buscar una crítica a este tipo de resultados argumentando que carecen de objetividad, que no encuestaron a las personas suficientes etc. Y terminamos quitándole merito a estudios o sondeos estadísticamente rigurosos (en su mayoría) y descartamos estos datos que nos arrojan una abstracción de la realidad que puede servir como base de estudio para diferentes fenómenos sociales.
En diciembre del año pasado, diferentes entes públicos y privados encargados de realizar estudios de mercados y sondeos de opinión comenzaron a arrojar resultados que sirven como balances de lo que fue el año 2017 en términos económicos, sociales y políticos. Un caso que dio mucho de qué hablar en Antioquia, fue un reconocimiento que arrojaba a Andrés Julián Rendón (alcalde de Rionegro, Antioquia) como el mejor alcalde del país gracias a su gestión (que puede o no agradar a muchos, como sucede siempre en política) y que fue ratificado con un estudio que publicó ANOVA donde se hablaba de que el 71.1% de los ciudadanos de este municipio aprobaban la gestión del alcalde de Andrés Julián.
Lo que sucedió con este nombramiento y este estudio fue que diferentes enemigos de la gestión del alcalde actual (políticos, como casi siempre) se encargaron de desprestigiar el estudio haciendo alusión a diferentes tipos argumentos carentes de rigidez matemática y estadística; personas que parecieran desconocer las nociones básicas de muestreo, universo, nivel de confianza, porcentaje de error, entre otros y que terminan entorpeciendo estudios que pretenden evaluar la calidad de la gestión pública por métodos sofisticados de abstracción de la realidad y no por simples autorreconocimientos que terminan por alejarse de los verdaderos resultados de las gestiones de los administradores públicos. Por eso confiamos en este nombramiento hecho al alcalde de Rionegro (Antioquia); ya que no solo fue un premio externo sino también porque paralelamente surgió un estudio con estadística rigurosa que nos daba una muestra de que los ciudadanos aprobaban su gestión.
En el 2018 tendremos más de esto, diferentes políticos que al no ser nombrados o mencionados en las encuestas dirán (arbitrariamente) no estar conformes con los resultados obtenidos por estos estudios, careciendo de argumentos matemáticos y estadísticos para cuestionar metodologías pragmáticamente; sino más bien, haciendo alusión de debate a lo que ellos manejan muy bien y nosotros llamamos: “pura carreta”.