Las comunidades de motociclistas de Colombia esperamos cada año la invitación formal de un club que con la mayor disposición del mundo busca no solo reunirnos, sino también mostrar las maravillas arquitectónicas, paisajísticas y humanas que tiene cada ciudad. En el entendido de que esta es una agradable forma de conocer nuestro país, todos los que disponemos del tiempo, el dinero y las ganas de conocer, aprovechamos para hacerlo.
Actualmente, el país vive un exponencial crecimiento de marcas y tipos de motos. También, de estilos de motociclistas, que inundan las calles de forma organizada, tratando de mitigar el impacto negativo de unos pocos que solo lo ven como medio para mostrar rebeldía social o la negación a seguir normas, o que simplemente consideran que el nivel de riesgo al ser mucho mayor que otros medios de trasporte les es indiferente.
Es quizás por eso que pese a ser muchos clubes a nivel nacional no somos tan representativos del total de motociclistas del país. Esto ha permitido que al llegar a un sitio nos brinden mucha colaboración para guiarnos u ofrecernos opciones de hospedaje y gastronomía.
Al final, con cada encuentro se estrecha la real finalidad de estos, el cual es la afianzar la amistad entre nosotros, permitiendo crear grupos de apoyo en ruta, consejos para futuros viajes y más que todo poder reafirmar año a año la camaradería que estos momentos nos dejan.
Pero no es fácil reunirnos o mantener esa temática, más cuando la sombra del lucro excesivo y nefasta política interviene para proponer eventos llenos de expectativas económicas (regalos, motos) o aventura (recorridos, pruebas o sitios increíbles) que al final son ilusiones o engaños.
Como integrante de unos de esas comunidades, viví en carne propia los eventos buenos, malos y perversos, donde el grado de negativismo se vio más fuerte cuando el club organizador y en especial la presencia del ensamblador de la marca metieron mano y con su inyección económica corrompieron las actividades. Al final, las personas que terminaron en la palestra publica, siendo condenados virtual y socialmente por algunos que no recibieron lo pactado, evidenciaron los malos manejos.
Hoy en día los que amamos hasta los huesos nuestra pasión motera, intentamos alejar el lucro y volver a nuestras raíces de aventura y amistad por encima del premio o la entrega de mucho por un aporte tan bajo, porque colombiano que se ufane de serlo antepone que si un evento no ofrece nada es malo.
Y si es así, ¿qué tanto valor le damos a la amistad? Esta es en últimas la que queda por encima del dinero que tengamos.