En el programa de “Yo me llamo” ganó la democracia del pueblo y perdió el autoritarismo del jurado; sobre todo, el autoritarismo de la Grisales
El más perfilado para ganar llegar a la final y ganar era el imitador de Leonardo Favio, pues venía ganando las batallas en la cual el elector era la gente, no el jurado; que venía dejando en la lona a los demás, sin plata ganada y, como iban las cosas, sería el ganador del premio mayor, los !500 millones de pesos!
¿Pero qué pasó con el imitador de Leonardo Favio? Pues fue el jurado, no la gente, quien lo eliminó en la semifinal y lo sacó del juego. ¿Cuál sería le verdadera razón? Tal vez no la conoceremos. Pero fue extraño, maliciosamente extraño, que el personaje que era el que había logrado cautivar más a la gente, por toda su entrega, voz y naturalidad con la que interpretaba a su personaje original, fuera eliminado de la final. Sin duda, era el ganador rotundo.
¿Lo eliminaron por compasión a los demás concursantes, que venía como “segundos”? ¿Lo eliminaron porque los otros no iban a ganar casi dinero? O, tal vez, por las dos cosas. Lo cierto y evidente, y hay que reiterarlo, era el que estaba perfilado para ganar finalmente y arrasar con todo.
Lo más natural era que se hubiera respetado la ruta que ya estaba trazada: el imitador de Leonardo Favio era el que reunía todas las condiciones para ser el gran ganador. Concurso es concurso y no se gana por compasión, ni por consolación, duélale a quien le duela.
Pero al final el público elector le dio una lección al jurado y no se dejó imponer el autoritarismo del jurado, pues eligió al imitador de Camilo Sesto. El artista que más se asemejaba, por género musical y época, a Leonardo Favio.
El público elector no quería otro ganador, pues la misma gente estaba enviando un mensaje contundente: gusta más de la música y época en que las canciones eran más sentidas, más amorosas, más respetuosas, más decentes... No les gusta la insensibilidad, la traición, el irrespeto, la indecencia y decadencia de cierto genero urbano.
Quedó el jurado con los crespos hechos; sobre todo Amparo Grisales, que cada vez que podía le daba una manito al tal Maluma, a quien le había declarado hasta su amor, para llevarlo hasta la final. Incluso, un reclamo de la hermana de Amparo Grisales lo publicó la nefasta revista Semana: “Hermana de Amparo Grisales exige más justicia en ‘Yo me llamo’ y pide que Maluma gane algo”.
No. Lo que hubo fue una injusticia, le hicieron “el cajón” a Leonardo Favio para darle el paso a la final al tal Maluma. Y, bueno, al final el que hizo justicia fue el público elector: ganó el romanticismo y no la banalidad, y perdió el jurado, perdió la Grisales.