Lo viví en carne propia. Vi a una persona sacar una pipa, en pleno vagón en movimiento, de bazuco. Salí corriendo, sus ojos desorbitados me dieron miedo. Transmilenio en horas pico es el reino del caos. Nada más miren la prensa. En estos días la ira de las feminista ha caído sobre sus buses después de que Hillary Castro fuera violada por un habitante de calle en la estación La Castellana. Miren el apuñalamiento hasta la muerte de un joven que cometió el error de empujar a quien no debía. Hace poco se descubrió un charco de sangre porque una persona había sido apuñalada en uno de sus asientos. Los trancones son cada vez más comunes. La gente ya se acostumbró a bajarse antes de llegar a su destino porque las vías del sistema de transporte más conocida de la ciudad, están perpetuamente colapsadas.
Ni hablar de los colados. Según estos datos en la ciudad hay un porcentaje de evasión se estima en un 29.6% que representa un incremento de al menos 14% con respecto al 2019. Esto no preocupa solo por la plata que le deje de entrar a la entidad, sino que el gran problema es el de haber control sobre quien entra a las estaciones. Es decir estar en una estación de Transmilenio un jueves por la noche es como estar expuesto a todos los males que una metrópoli como Bogotá puede ofrecernos en sus calles.