Hace una década pude observar durante mi permanencia en Vancouver, Canadá, mientras colaboraba en el periódico Milenio, una información relacionada con lo que llamé “la salvación plastificada”, acontecida en Los Estados Unidos, que en principio me parecía insólita.
Hecha la investigación salí del asombro y me percaté que las iglesias no podían quedarse atrás en cambiar las canastas de púrpura para pedir voluntariamente limosnas y acudir a los cajeros automáticos para ponerse a tónica con el mundo financiero moderno.
Y, en efecto, el Pastor Marty Baker, de la congregación protestante Stevens Community Church, del Estado sureño de Georgia, quien interpretando las realidades mercantiles contemporáneas expresaba: “Creo que esta tecnología realmente conviene a la gente, nuestra cultura vive con una tarjeta débito a la mano por lo que cuando vienen a nuestra iglesia tenemos que ayudarlos a brindar comodidad para que puedan servir al Señor”.
La iniciativa del conductor de almas norteamericanas contagió a otras iglesias que presurosas instalaron cajeros electrónicos para captar dádivas, donaciones, ayudas y auxilios de sus feligreses, tanto para el mantenimiento de las sedes religiosas como para garantizar a los creyentes la protección del Todopoderoso.
Se concluía, ya para esos tiempos, que dada la importancia de la tecnología electrónica y el absorbente poder de la informática, la entrada al círculo celestial de los elegidos se podía garantizar usando con generosidad las tarjetas de crédito y débito.
Datos recolectados, para esa época, registrados al comienzo de la iniciativa, informaban que se obtuvo la suma de mil dólares y se añadieron dos máquinas para dar facilidad a los donantes y satisfacer al Señor.
Más adelante el Pastor aludido informaba: “No solo se trata de recolectar dinero, hay que ser progresista para conectarnos con nuestra cultura” dijo Baker, en una sabia interpretación del capitalismo financiero.
La novedosa iniciativa de los cajeros automáticos daba a los feligreses constancia de los pagos y adicionaba citas del evangelio, como la siguiente: “Por lo cual, en un solo día vendrán plagas, muerte, llanto y hambre, y la tierra será quemada con fuego”. Cita apocalíptica que nos estaría hablando, en clave, del futuro que le espera al mundo con el advenimiento del neoliberalismo.
O recibos como estos: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicadores y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos (no estaban en elecciones) tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.
La idea no era nueva, se recordará, en la historia, que en la época medieval, a fuerza de las temibles representaciones del infierno, expuestas en los óleos del pintor holandés El Bosco, obras que se pueden admirar en el Museo el Prado de Madrid, como también ocurría con la aparición de los libros de La Divina Comedia, de Dante Alighieri, cuando también aparecieron los primeros retratos del averno, los señores feudales y nobles legaban sus grandes riquezas a la iglesia, como pago de peaje para alcanzar el cielo sin pasar por el ardiente atajo del Purgatorio.
Así mismo se recordará que Paulo VI no coincidía con el pastor norteamericano y expresaba que el Cielo, el Purgatorio y el Infierno no existían, lo que posiblemente mermó las cuentas financieras del Vaticano.
Por lo pronto en Georgia se ha logrado plastificar los tiquetes para el viaje final al más allá, sin haber podido aun dar soluciones a los problemas de la desigualdad social, cultural y económica de la humanidad en el más acá.
La pregunta relámpago: ¿Llegarán los momentos en que haya cajeros automáticos en los directorios políticos?, ¿qué mensaje alentador dirán los recibos?
Salam aleikum.