No son tiempos fáciles. La pandemia ha transportado a miles de personas a un viaje lleno de síntomas relacionados con el estrés, la ansiedad y la depresión.
Como si fuera poco, con el impacto sobre la salud mental de las personas, la crisis sanitaria global ha conducido a una espiral de problemas económicos que desde ya empiezan a afectar la vida diaria de las personas.
Los colombianos empezamos a sufrir la devaluación del peso colombiano y el aumento del costo de vida al pagar la gasolina, pasar por un peaje, o simplemente al ir a la tienda o supermercado a comprar los huevos, la leche, la carne o cualquier otro tipo de producto necesario para el consumo diario.
Vivimos una época que demanda cuidado y mucho tacto; tanto por las cosas vividas, como por las decisiones que se toman y las promesas que se hacen.
Reconocer esto, es un acto de responsabilidad que debe convertirse en un imperativo a la hora de realizar proselitismo y campaña político.
La atención y el cuidado hacia nuestros semejantes ha cobrado mucha más importancia en un contexto donde el reconocimiento de los derechos humanos permite identificar situaciones de vulnerabilidad por condiciones económicas, sociales, políticas y culturales.
Por eso, llenémonos de humildad y reconozcamos que como candidatos o electores somos seres humanos con limitaciones y carencias frente a las que tenemos la posibilidad de crecer, mejorar y sobretodo, colaborar con el otro.
Esto es muy necesario en un ambiente en donde reina la prepotencia desde la que muchos grupos políticos juegan con las necesidades de población y su miseria para construir su caudal electoral.
Acérquenos a la comunidad, pero con empatía y con ganas de responder a sus problemáticas colectivamente, buscando empoderarnos y no generando dependencia.
Cultivemos la prudencia para que logremos proceder de manera adecuada ante cada desafío que nos brinda una sociedad convulsionada y trastornada por el encierro, el desempleo y todas las privaciones que han planteado los tiempos actuales.
Como ciudadanos tenemos la posibilidad de contribuir a una estabilidad institucional que se constituya a partir de la exigencia que promueve la participación ciudadana como un valor propio de la sociedad moderna.
Lastimosamente, en nuestro país el calor y la fiebre electoral han condicionado relaciones sociales muy convulsionadas que han avivado la intolerancia que reproduce los conflictos, la violencia y hasta la guerra que atraviesa nuestro país.
Por eso, cultivar la humildad debe permitir soportanos en la diferencia, teniendo la capacidad de elevar nuestras ideas y argumentos escuchando sin juzgar, respetando al otro, a sus libertades y ante todo, las disposiciones normativas y la Ley.
Como país y ciudadanos que comparten este hermoso territorio de colores, sabores y alegría debemos ser más solidarios entre nosotros.
Desde ahí, podemos pensar que podemos construir un país diferente, uno basado en derribar las barreras de la desigualdad, los comportamientos mezquinos y la corrupción.
También, debemos aprender a creer que podemos generar esperanza, paz y ser más humanos en vez de obedecer al miedo con el que a veces nos quieren limitar.
Ante todo, es necesario cultivar la posibilidad de ver con asombro la diferencia para acercarnos al vecino, al amigo y al familiar, así como al contradictor o enemigo para trabajar y construir objetivos que nos permitan vivir mejor en un futuro común construido colectivamente.