Han transcurrido ya varios días, desde que por recomendaciones de expertos epidemiólogos a nivel mundial y por medidas adoptadas por el gobierno nacional y los regionales, estamos todos confinados en nuestras casas. Por responsabilidad con la propia integridad, la de nuestros familiares y en general de todos, debemos evitar el contacto y las aglomeraciones, lavarnos mucho las manos con agua y jabón, usar tapabocas y hasta guantes; el COVID-19, o más conocido como coronavirus, es mortal si no se atiende como se requiere y se transmite por contacto directo de persona a persona.
No es la primera vez que el mundo vive una pandemia, es más, diariamente mueren miles de personas por falta de agua potable, por hambre, por inasistencia médica y por enfermedades que aunque tengan cura, la población no tiene acceso a las vacunas o tratamientos necesarios y los gobiernos se lavan las manos con la responsabilidad que les compete. Indudablemente el modelo neoliberal ha privilegiado el enriquecimiento de unos pocos en el planeta, por encima del bien colectivo; ha contaminado y secado ríos, erosionado terrenos, deforestado bosques, extinguido especies de fauna y flora sin la más mínima responsabilidad y llevado por la avaricia, pues su voracidad no tiene límites ni compasión.
Hoy todos estamos pagando el precio, de alguna manera todos tenemos alguna responsabilidad, así sea mínima. Algunas veces el miedo nos ha paralizado, la ignorancia o desconocimiento nos ha cegado y nos hemos negado a escuchar otras voces y ver otras opciones; hacernos los que no vemos ni oímos nada, nos ha llevado a una gran indiferencia y mezquindad para no poner en riesgo nuestra zona de confort. Este modelo económico y quienes lo han diseñado hilando fino, permite explotar desde todo punto de vista a la mayoría de la población y al ecosistema para privilegiar a la minoría, que cada vez es menos, pero con mayor poder político, económico y bélico.
Los colombianos hacemos parte de un país hermoso y muy rico, con gente muy alegre y trabajadora; pero con pésimas condiciones de salud, gracias a la ley 100 de 1993; con un 70% de su población en la informalidad, es decir no tienen ingresos fijos, viven del día a día. Hemos tenido y tenemos un gobierno que siempre ha privilegiado al sector financiero (para la muestra el Decreto 444, el 4 por mil…), también favorece a los grandes empresarios (multinacionales) y terratenientes. Este y sus antecesores han sido gobernantes a los que no les ha importado invertir con seriedad en temas fundamentales como salud, educación, agua potable y saneamiento básico. Esto significa que en países como el nuestro, los costos en pérdidas humanas pueden ser catastróficas, con esta pandemia.
Si bien es cierto se han tomado medidas como la “cuarentena”, y que algunos gobiernos como el de Bogotá, han liderado la exigencia de medidas político sociales para subsanar las necesidades a ese alto número de población que vive el día a día, en materia de ingresos; lo cierto es que el gobierno nacional no se ha pronunciado con medidas que mitiguen la situación para ese gran número de colombianos, como si lo hizo de manera prioritaria con sus amigos los banqueros. Si la gente no tiene servicios públicos garantizados y alimentación, la cuarentena es físicamente un fracaso. Pero además, la red pública hospitalaria (acabada) y los trabajadores de la salud, tan abandonados a su suerte hace tiempo, deben tener el reconocimiento en materia salarial que merecen y los recursos físicos que les permitan cumplir su labor con las medidas de seguridad necesarias para ellos y los requerimientos para atender a los pacientes. A ver si ahora si entendemos por qué es tan importante hacer del derecho a la salud un derecho fundamental, garantizado y financiado por el Estado y sin fines lucrativos para ciertas empresas.
El presidente Duque tiene la oportunidad de enderezar el rumbo de su gestión priorizando las necesidades del pueblo que gobierna, eso lo logrará negociando con el comité nacional de paro su justo pliego, pero además y de manera urgente, garantizando a los trabajadores tranquilidad laboral e ingresos seguros durante la pandemia, decretando de manera inmediata los subsidios para las familias que no cuentan con ingresos fijos y así asegurar su sustento por este tiempo de confinamiento. Así mismo, debe asumir el costo de la reconexión de quienes hoy no tienen servicios públicos domiciliarios SPD y el pago de los mismos por unos tres meses, junto con el de arriendo de la vivienda de estas personas. Para ello propongo que un importante aporte lo hagan en estos momentos las multinacionales que hacen presencia en el país y el sector financiero que tan extraordinarias ganancias han obtenido siempre (sin importar como le vaya a los colombianos), para que reviertan parte de esas extraordinarias utilidades en estos momentos de pandemia y ayudar a mitigar las necesidades que demanda la situación nacional.
Yo creo que los colombianos vimos inicialmente el problema con preocupación, pero como algo lejano que no nos tocaría. Suele suceder. Hoy ya es una terrible realidad. Las autoridades y todos cuestionamos a algunas personas que persisten en salir a la calle, pero si los subsidios no llegan, ¿cómo los obligamos a quedarse encerrados con hambre y la angustia económica? Si el gobierno realmente va a asumir esto con la responsabilidad que le demanda, debe actuar ya con esas urgentes y necesarias ayudas. Es hora que los alcaldes (los que no lo han hecho) se hagan sentir y exijan del gobierno nacional a una sola voz con los gobernadores, las medidas económicas que se requieren para evitar más contagios y atender como se requiere a los que ya están enfermos; pero además para garantizar la tranquilidad de todos en casa.
En estos duros momentos, y como corresponde, la solidaridad de todos es muy importante y muchos lo estamos haciendo con nuestros conocidos y familiares que no tienen trabajo o ingresos fijos, eso es excelente, todos debemos poner de nuestra parte, pero la gran responsabilidad le compete al gobierno nacional y a los gobernantes regionales y locales. Deben garantizarnos a todos ese estado social de derecho del que habla nuestra constitución en su artículo primero.
Sumada a la reflexión y exigencias urgentes y necesarias, también es importante que entendamos como personas ese otro mensaje que hay detrás de esta tragedia planetaria, el oro no se come, el dinero no se bebe; debemos bajarle el ritmo a éste brutal sistema capitalista en el que estamos inmersos, hay que priorizar la vida en todas sus formas, sacar tiempo para convivir en familia, conocernos más a nosotros mismos, disfrutar de lo sencillo y humilde del día a día. Pero además, en las próximas elecciones, debemos elegir mejores gobernantes.