Este día de la afrocolombianidad, que conmemora los 169 años de a abolición legal de la esclavitud, se diferencia de los que han sucedido a la aprobación de la Ley 725 de 2001 (en la que se estableció), ya que ahora padecemos una pandemia sin antecedentes en la historia de la humanidad, especialmente en relación a la forma en la que se manifestó: de manera global, en poco tiempo y con efectos nefastos.
Sin embargo, las circunstancias actuales no nos deben hacer perder el sentido de la fecha a conmemorar. Hace más de un siglo y medio, nuestros antepasados consiguieron la abolición de la esclavización, la cual estuvo antecedida de unas leyes que trataron de generar una abolición gradual y también de unos momentos de lucha y combate en contra del sistema esclavista a través del cimarronaje y la constitución de los palenques, sin desconocer nuestro aporte en la lucha por la independencia. Este papel jugado por los esclavizados no ha sido reconocido por la sociedad colombiana, que siempre los ha querido hacer ver solo como esclavos y personas de segunda que no han aportado en la construcción del Estado colombiano.
Aparte de eso, la fecha de hoy es para reflexionar sobre el lugar de la gente negra en Colombia, desde su llegada como esclavizados hasta nuestros días como personas racializadas y empobrecidas por el establecimiento. Estas condiciones, sumadas a las que tuvieron que vivir al ser esclavizados y las que trae ahora el COVID-19, son las que debemos pensarnos como sociedad.
La pandemia que está presente en esta conmemoración nos coloca a pensar porque su efecto puede ser mayor en la comunidad negra que en el resto de la población blanco-mestiza colombiana. Vale decir que esto no tiene que ver con asuntos biológicos sino con que esta es una población que se encuentra en desventaja frente al resto; es decir, en condición de vulnerabilidad en cuanto a calidad y condiciones de vida.
Para nadie es un secreto que las regiones en donde viven los afros cuentan con un abandono histórico que se refleja en falta de infraestructura en salud, educación, servicios sanitarios, entre otros, lo cual permite que un virus como el COVID-19 se propague con mayor facilidad, como está sucediendo en los barrios pobres, habitados en gran parte por gente negra. Para la muestra, el Mandela en Cartagena y el suroccidente de Barranquilla.
Esta conexión que hago entre la fecha de hoy y el COVID-19 es para decir que no son antagónicas las consecuencias de esta enfermedad con la situación de pobreza que ha padecido la población negra desde hace más de tres siglos, cuando fueron capturados y traídos de África en condición de esclavitud; consecuencia que hoy sus descendentes padecemos. En este sentido, la actual conmemoración nos debe ser útil para concientizarnos de esa enfermedad, pero también de nuestro lugar en la sociedad.
Para finalizar, debo decir un par de cosas. Primero, que es necesario salir de esta crisis para construir una sociedad justa y para eso nuestro conocimiento ancestral en medicina puede ser útil. ¿Qué tal si el gobierno invierte en la investigación de los medicamentos caseros que en nuestras comunidades se utilizan para enfermedades gripales? Segundo, que después de esta crisis se puede venir una hambruna o encarecimiento de alimentos, en el que también nuestras comunidades pueden jugar un papel importante, colocando en práctica los modos de producción agrícolas históricos que permitían que los palenques fueran autosostenibles (lo que hoy se llama soberanía alimentaria).
Quizás en nuestras comunidades esté la cura para el COVID-19. Quizás nuestros cultivos pueden contribuir a garantizar un abastecimiento alimentario a nuestras comunidades y al país.
En la afrocolombianidad y con el COVID-19 existimos, resistimos, persistimos y seguiremos viviendo.
Desde el palenque, un cimarrón todavía.