Carlos Felipe Córdoba, contralor general, se pasea por la costa con la finalidad, según lo expresa, de "domar los elefantes blancos que existen en la región y ponerlos al servicio de los colombianos". Sin embargo, al llegar a Sucre, específicamente a Majagual (en medio de la Mojana), con el fin de constatar el avance del megaproyecto integral de esa región que incluía planes de vivienda y obras de mitigación para contener las inundaciones, nos entregó una lapidaria noticia: “Se han invertido alrededor de 240.000 millones de pesos y como podemos ver todavía hay problemas, pues no se ven los resultados de estas obras”.
Para su información, señor contralor, esa cifra es completamente irrisoria... sus números no caben en nuestro escrito. No obstante, antes de refrescarle un poco sus datos, es necesario que conozca algo de nuestra Mojana: está ubicada al norte del país; comprende una planicie aluvial de más de 500.000 hectáreas; se encuentra perjudicada por los sedimentos de los ríos Cauca, San Jorge, Caribona y Nechí, producto de la minería legal e ilegal; y su entorno lo enmarcan cuatro departamentos y once municipios: Nechí (Antioquia); Magangué, San Jacinto del Cauca y Achí (Bolívar); San Marcos y Ayapel (Córdoba) y Guaranda, Majagual, Sucre, Caimito y San Benito Abad (Sucre).
Con eso claro, el desangre en la Mojana no es reciente, viene desde hace más de cuarenta años. De hecho, casi que se remonta a la época en la que la Misión Colombo-Holandesa donó dineros que fueron ejecutados por el Himat en 1977 para mitigar los problemas generados, si no estoy mal, por la construcción de la Boca del Cura, que es, conjuntamente con el “Punto G”, uno de los sitios vulnerables detectados por la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo en la Mojana. Allí el río Cauca rompe el jarillón y las consecuencias para la región han sido desastrosas.
Así pues, los recursos para las inundaciones de la Mojana han sido el manjar preferido de los corruptos, ya que “el agua se lleva todo”. Eso lo saben los políticos y dirigentes del país y de esa región, que podrían darnos mucha más claridad al respecto. Hay que recordar los famosos “auxilios nacionales”, más tarde las “mermeladas” y todas las cuotas de los políticos de la época, que eran insertados en el presupuesto nacional e iban dirigidos a las acciones comunales, fundaciones y entes creados para robarse los dineros del Estado.
Hace tres años, la ONU donó 38,5 millones de dólares para inundaciones y sequías en la Mojana, y el DNP precisó que los recursos beneficiarían a cerca de 405.000 personas y que el objetivo era "fortalecer la capacidad de adaptación de las comunidades de la Mojana al cambio climático". Recordemos que no solo se trata de las inundaciones, sino también de las muchas aristas. Es popular la noticia donde el exfiscal Moreno supuestamente habría participado, conjuntamente con políticos, contratistas y un exalcalde de Majagual (Sucre), en el encubrimiento de la pérdida de 15.000 millones de pesos para el contrato de adecuación de cuatro vías terciarias en esta región, cuando estas están peor que antes y no sabemos si en los actuales momentos se ha movido ni un metro de tierra.
La clase dirigente empresarial y política de la región sabe al dedillo la cantidad de estudios sobre la temática, pero muchos de ellos acolitan que sigan para afianzar los actos de corrupción y seguir enriqueciéndose conjuntamente con sus generaciones. Incluso, recordando uno de esos tantos estudios, los doctores Jaime De la Ossa Velásquez (hoy rector de la Universidad de Sucre) y Pedro Caraballo expusieron el 30 de abril del 2011 en la Revista Colombiana de Ciencia Animal el siguiente aparte:
Queremos demostrar con esta nota, basados en la información disponible y en una visión ecológica integral del sistema, que es más rentable para la sociedad colombiana mantener el sistema sujeto a las variaciones del río, que tratar de modificarlo mediante acciones ingenieriles. Para lograr este propósito, enfocaremos nuestro análisis en los siguientes puntos: La Mojana es en gran medida una planicie de inundación y, por tanto, su dinámica está sujeta a las variaciones del nivel de los ríos, que generan lo que técnicamente se conoce como el pulso anual definiendo sequías e inundaciones. Sus humedales amortiguan las inundaciones y facilitan la decantación y acumulación de sedimentos provenientes de tres grandes ríos: el Magdalena, el Cauca y el San Jorge.
El Estado también ha realizado infinidad de indagaciones, muchas intentan que se siga con el cuento de la construcción de jarillones. Sin embargo, según documento del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes 3421, 2006), se debió implementar un conjunto de estrategias y de obras de carácter multipropósito que incluyeran construcciones prioritarias y a corto plazo, tales como las de un dique con compuertas y estructuras con control hidráulico para la recuperación del sistema hidráulico natural de la región y para mantener el aprovechamiento productivo-agropecuario, y así prevenir riesgos actuales y futuros, como los que se viven anualmente.
El Estado, si quiere, tiene la palabra. La Contraloría, si quiere, debe ser efectiva y no de pantallazos. Aunque, por la historia, difícilmente creemos en nuestros estamentos de vigilancia y control.
