Los resultados arrojados en la primera vuelta para la presidencia colocan a Iván Duque (Centro Democrático) y a Gustavo Petro (Colombia Humana) en la segunda vuelta para decidir quién será el mandatario que ocupará la Casa de Nariño por los próximos cuatro años.
A la luz de los resultados son muchas las conjeturas y especulaciones que desde los medios de comunicación, análisis políticos y asesorías de las campañas, así como de las tertulias ciudadanas, se hacen sobre la orientación de ese caudal de votos obtenidos por Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y Germán Vargas Lleras, que evidentemente inclinarían la balanza a favor de quien saliera beneficiado con esa decisión.
Considerar que el endosamiento de los votos obtenidos es un proceso simple de manipulación del ciudadano, confinándolo a sufragar por el candidato definido por quien fue beneficiario de su respaldo en la primera vuelta, no es más que un acto ofensivo a la capacidad de un individuo para tomar una decisión basado en una reflexión seria acorde a sus convicciones del tipo de sociedad, que con su contribución aspira que se construya.
En esta etapa, en la que la decisión del constituyente primario va a ser determinante, el ciudadano debe apartarse de las confrontaciones, rencillas y odios de dirigentes y apoyos de las diferentes fuerzas políticas, que toman como instrumento para incidir a favor o en contra de algunas de las opciones planteadas.
Es una etapa en la que debe primar el análisis y conocimiento de las propuestas programáticas, planteadas por las candidatos que pasaron a segunda vuelta, haciendo caso omiso a las campañas difamatorias y mentirosas que se difunden desde las diferentes redes sociales, dirigidas a generar miedos en el ciudadano y coartar el derecho a expresarse libremente en las urnas, sin ningún tipo de engaño o temor inducido.
Caer en la polarización entre izquierda o derecha, o en el juego sucio de enlodamiento de alguna de las campañas, es recorrer el camino de los odios y la intolerancia, elementos generadores de un crecimiento en los comportamientos violentos de los individuos, conduciéndonos a situaciones dolorosas que afectan la tranquilidad y la convivencia sana entre las personas, en el rompimiento de la unidad familiar o de relaciones de amistad construidas durante el transcurso de nuestras vidas.
El papel de los candidatos, sus estructuras de campaña, así como las bases locales de las mismas, es fundamental para romper con la cultura del hostigamiento. Sus acciones deben estar enmarcadas en un proceso pedagógico y de diálogo directo con la ciudadanía para presentar las propuestas de sus campañas en el marco del respeto mutuo y tolerancia frente a las diferencias que se pueden tener.
El voto ciudadano es un ejercicio libre, soberano, reflexivo, de responsabilidad con el país y con quienes aún no pueden decidir sobre su futuro, sin estar sujetos ni dependiendo de los acuerdos políticos que se alcancen entre las elites políticas.
Solo cuando se rompa con la dependencia política de los partidos y se decida libremente quiénes deben ser gobernantes, podremos avanzar en la construcción de una sociedad pluralista, democrática, capaz de convivir en la diversidad, en el entendido de que la participación ciudadana es el camino para el fortalecimiento de la institucionalidad democrática del Estado y en la construcción de una sociedad incluyente, tolerante, reconciliada y en paz.