A las generaciones de colombianos que por su edad apenas comienzan a hacerse testigos del acontecer político debe parecerles curioso que prácticamente no haya episodio de la política nacional en la que no tenga algo que ver Gustavo Petro, bien como participante directo, bien como participante indirecto, pero siempre dejando ver su mano en casi todos los asuntos de algún interés.
Cosa parecida ocurrió en tiempos de Álvaro Uribe, aunque con inspiración en propósitos contrarios: Uribe, pretendiendo poner por encima de los intereses de la nación la prevalencia de sus intereses y los de su narcoclase, sin importarle tener que moler criminalmente a sus opositores. Petro, por el contrario, deponiendo sus intereses personales y los de su familia, y encarnando los de la población más débil, que prácticamente coinciden con los de la nación por ser su más infinita mayoría.
En su discurso del pasado 14 de septiembre, pronunciado en homenaje al sindicalismo colombiano, Petro dio una buena demostración de lo anterior. Allí afirmó su convicción de que es solo mediante el trabajo como se generan las utilidades que se embolsilla el sector empresarial, así muchos empresarios consideren equivocadamente que es el trabajador, al reclamar mejores condiciones laborales, el obstáculo a su sagrado derecho a hacerse cada vez más rico.
Pese a que en este discurso el presidente señaló con su índice acusador al sector más reaccionario del empresariado de ser el determinador de tantos asesinatos como los que ha tenido que padecer el movimiento sindical, le faltó dejar en claro que tales métodos de preservación de los intereses de las minorías solo podrán confrontarse con una democracia que, además de amplia, esté rodeada de condiciones favorables a los trabajadores, sus partidos y organizaciones para que también estos puedan competir en pie de igualdad con los partidos oligárquicos, lo cual hace necesaria con urgencia una reforma política de signo verdaderamente progresista.
Además de reformas a la salud, a la educación, al régimen laboral y pensional; además de un mejor salario y de condiciones reales para el libre ejercicio de nuestra personalidad y el buen uso de la libertad que nos otorga la Constitución, los trabajadores requerimos de un régimen político que haga práctico el reconocimiento a los trabajadores que hizo Petro, pero práctico en el sentido de permitirle que, como único generador de riqueza que es, pueda ser también el gestor protagónico de esa Colombia amable para todos, que todos necesitamos. Para ello debemos hacer realidad esa reforma política de signo democrático y progresista que Petro quiere, pero de la cual seamos los trabajadores los que con nuestra acción y compromiso podamos decir la última palabra.