Los meses previos a las elecciones presidenciales y parlamentarias en Colombia se han desarrollado en un grado de incertidumbre no visto desde las elecciones presidenciales de 2002, junto con el entusiasmo casi suicida de algunos votantes y el derrotismo casi manifiesto de otros votantes, quienes, unos sin quererlo, otros a sabiendas, están realizando la posibilidad de que una figura cuestionada y cuestionable suba al poder y haga lo que desea sobre los destinos de millones de colombianos, puesto que ambos grupos comparten los mismos vicios y esa figura que da muestras de ascenso es la síntesis dentro de una dialéctica hegeliana, esto es, de opuestos en contienda.
Los votantes colombianos, con su voto, sus éticas y sus costumbres, están allanando el camino para que el señor Gustavo Petro Urrego sea presidente de Colombia, todo ello a pesar de los rasgos personales, políticos y profesionales que lo han caracterizado.
En lo personal se le ha acusado de ser una persona ególatra, déspota, incoherente, arrogante, autocompasiva, incapaz de delegar o trabajar en equipo y marcada por una falta de empatía, que incluso algunos estiman sospechoso de un trastorno narcisista de la personalidad.
En lo profesional y lo político no se conoce que haya trabajado en actividades aparte de haber ocupado cargos de elección popular, la agitación y la propaganda y la dirección de camarillas, cosa reflejada en su excelente capacidad comunicativa, su cuidadosa capacidad para definir los problemas, pero su pobre capacidad ejecutiva y mediocre capacidad de concebir soluciones. Su mediocre gestión como Alcalde Mayor de Bogotá ha sido un ejemplo patente de esos atributos.
Dentro de ese contexto se puede entender su proclividad al oportunismo y el arribismo con tal de alcanzar el sillón presidencial, pues ha hecho la vista gorda frente a ciertas figuras asociadas a la corrupción y el clientelismo, los cuales denunció tantas veces desde el Congreso, se sumen a su Pacto Histórico. He ahí una prueba de la coherencia del señor Petro y quien vote por él creyendo que combate la corrupción, está dando aval a la corrupción de aquellas figuras cuestionadas dentro del Pacto.
También grita en sus discursos sobre la necesidad de unidad entre los colombianos cuando aparece en las plazas públicas, pero en esos mismos discursos se contradice al señalar a la gente rica, los terratenientes, los banqueros, la derecha, los políticos y funcionarios del Estado colombiano y tantos más como enemigos del Pacto Histórico, dando pábulo a alimentar el odio, la envidia y las contiendas entre los electores potenciales y reales. ¿No son tan colombianos como los colombianos que escuchan su discurso? ¿Por qué aboga por la lucha de clases en lugar de la coexistencia de clases?
Pero los votantes antipetristas también incurren en los mismos vicios, pues ellos también dan aval a la corrupción de ciertas figuras en nombre de la lucha contra la corrupción y son propensos al odio, la envidia y las contiendas entre sí. ¿Quién es peor? ¿El presidente Petro o el votante colombiano?
Si Gustavo Petro Urrego ganara este año, no va a ser a pesar de los colombianos, sino por los colombianos, sean simpatizantes o detractores de él, su política o movimientos, pues que él representa la síntesis dentro de una dialéctica hegeliana en sentido materialista es reflejo de las contadas virtudes y numerosos vicios de la cultura política colombiana, e incluso de las contadas virtudes y numerosos vicios del vicio.
Desde una perspectiva de la psicología profunda, si Gustavo Petro Urrego gana, entonces eso significaría que el común denominador de los colombianos tiene afinidad con la cualidad y defectos de este señor, tanto en lo personal como en lo político.
Considero que su eventual gobierno representaría el culmen de autoritarismo, la corrupción y el clientelismo bajo amparo oficial que acabará con lo poco de libertades negativas que existen en el país y que su legislación reconoce formalmente en nombre de un colectivismo metodológico más propio de gobiernos corporativistas y neofeudales.
Se verá un proceso de alienación social, la destrucción de las familias, el deterioro progresivo del orden público y la seguridad ciudadana, la eliminación de toda forma de propiedad, el desabastecimiento, el cierre de empresas, fuga de capitales y el agravamiento de la destrucción de ecosistemas, cuyas peores consecuencias lo sufrirán los ciudadanos pobres, reducidos a siervos de la gleba y no enchufados a ese régimen; sin importar que hayan votado o no por él dentro de algunos años y que por desesperación huirán a otros países de la región tal como los venezolanos han huido del suyo y no queda duda que serán tratados de igual o peor manera que ellos, a manera de parias. La experiencia cubana, venezolana o argentina sugieren que se abrirá una espiral de decadencia que durará décadas.
Ante este evento, si usted no votó por Gustavo Petro Urrego y está convencido de no ser responsable por su ascenso al sillón presidencial y dispone de ingresos y patrimonio suficiente, entonces queda recomendar que se aventure a irse a otros países, olvide a Colombia y rehaga su vida, pero haga el esfuerzo de ayudar a una persona que esté en su misma situación, mas no cuente con ingresos ni patrimonios suficientes para hacer lo mismo. Si usted no cuenta con tal suerte, es de desear que no le vaya tan mal por causa de su prójimo irresponsable y que pueda encontrar una oportunidad digna de irse.
Por otra parte, ojalá que quienes hayan votado por Gustavo Petro o, no habiendo votado, hayan contribuido a su ascenso mantengan la misma valentía que tuvieron en su atrevimiento para sobrellevar las consecuencias de sus malas decisiones, puesto que lo merecen, y no huyan cobardemente ante la primera contrariedad a otros países para contaminar a sus pobladores con sus ideas de fracaso y miseria. Si desean recuperar el país, entonces deben reconocer sus errores y malas costumbres y luchar por todo aquello que perderán y que tomó décadas obtenerlo.