Aún queda pendiente saber si los titulares de ‘ganó la paz´ se deben interpretar como que el tema de la paz ganó las elecciones, o si la paz gana porque se continúan los diálogos y algo se avanza al respecto. Dicho de otra manera, a muchos les parece que el triunfo de Santos lo debe al rechazo —o miedo— que inspiraba un retorno de Uribe en cuerpo ajeno, y que, aunque uno de los motivos fue por las amenaza que implicaba de continuar la guerra, lo que impulsó la candidatura contraria fue más que todo el deseo de evitar lo que él representó en cuanto manejos autocráticos, psicopáticos, y eventualmente delictivos (chuzadas, ‘articulitos’, ‘falsos positivos’, apoyo de paramilitares, etc.).
Pero como prácticamente no solo los votantes rasos sino también o principalmente los líderes independientes o de la oposición adhirieron a la candidatura de la reelección —y lograron que ganara— es importante saber no tanto qué aportaron sino qué compromisos se adquirieron para saber qué esperar del nuevo gobierno.
Como casi todos fueron explícitos y enfáticos en que solo respaldaban al candidato en el tema de la negociación de la paz en los acuerdos de La Habana, el presidente Santos en la práctica no quedó con ninguna obligación respecto al manejo de otros temas ni a participación de esos movimientos o corrientes en su próximo gobierno. (Excepción de esto fue el documento suscrito con ‘Colombia , País de Regiones’, donde se concretaron unos principios que es de desear se sigan).
A su turno los opositores blandieron la acusación de que si ganaba el candidato-presidente se estaría entregando el país en manos del castrochavismo, y que la votación sería un pronunciamiento radical al respecto. Aunque no se sabe qué estarán pensando ahora, debería entenderse entonces que según ellos a Santos le quedan las manos libres no solo para realizar cualquier tratado de paz con la guerrilla.
En resumidas, a pesar de lo cerrado de la votación, y de que el país tal como se ve está dividido y polarizado por mitades, el desarrollo de la campaña llevó a que el elegido no tenga que dar cuentas ni conciliar con ninguna de las fuerzas diferentes a la propia. Es de esperar que esto solo sea en apariencia y que por el contrario el primer esfuerzo del mandatario sí sea conciliar, y esto no tanto en el sentido de compartir poder, sino en el de hacer las reformas que bajo su primer cuatrienio quedaron olvidadas.
Pero esto dependerá de quien asume el liderazgo de la oposición —entendida esta siempre como propuestas de alternativas de programas y no de obsesión por el saboteo a lo que proponga el gobierno—.
Hasta el momento pareciera (por lo que se oye) que el uribismo —y casi que Uribe solito— cumpliría esa función. Es decir, que la oposición vendría de la extrema derecha y la izquierda se sentiría obligada a solidarizarse con el nuevo gobernante. Peor que eso, se siente un neosantismo de aquellos quienes votaron por ‘el menos peor de los males’ y hoy hablan de ‘el nuevo Santos’ y de que Santos ha cambiado mucho (y no refiriéndose a muchas veces), y ahora va a adelantar un gobierno completamente diferente del anterior; dejaría de ser ‘el mal menor’ para pasar a ser ‘la esperanza’.
Ojalá ese sea un fenómeno transitorio de la época poselectoral y, habida cuenta de que las negociaciones con la guerrilla probablemente entren en terrenos más concretos, no se prolongue ni a esta etapa ni a la del posconflicto.
Esa responsabilidad de asumir la función de oposición recae en quienes podrían formar un bloque de izquierda democrática que logre proyectar una identidad diferente a la de la izquierda insurgente y a la del actual ‘oficialismo liberal’ que, identificado con el centro derecha, el continuismo, y el mantenimiento del statu quo, usurpó las banderas del verdadero Partido Liberal y en la práctica dejó huérfanos a los ‘liberales del pueblo’ de dirigentes que los representaran (a menos que se asuma que Gaviria padre y Gaviria hijo son ‘el verdadero Partido Liberal’).
Ojalá no caigan en el error de aceptar que la oposición es Uribe y su 'Centro Democrático'y consideren también una necesidad apoyar las políticas que han orientado hasta ahora este gobierno (o que de verdad sigan pensando que estamos ante un 'nuevo Santos' y un 'nuevo Gobierno).