En términos generales apoyo los cambios sociales cuando son positivos y otorgan más libertad a los individuos de la sociedad sin perjuicio de los derechos ajenos de nuestra especie y todo el ecosistema que nos rodea. Cambios como la apertura al matrimonio homosexual, legalización controlada y regulada de ciertas sustancias prohibidas, proteccionismo del medio ambiente, equidad de género, disminución del machismo, inclusión de los sectores sociales en debilidad manifiesta al sector productivo, mejor trato a los animales, etc. Las anteriores, por poner un ejemplo, son causas que no solo son eficientes sino necesarias para lograr un cambio cultural y generar más productividad, mejor convivencia, mejorar la salud, activar la economía, proteger nuestro planeta, generar paz y disminuir la violencia, entre otros efectos positivos. Soy un convencido de que nada en el universo no es, ni será, inamovible, ni estático, todo cambia, todo fluye, todo evoluciona, todo cambia. Así mismo lo hace la cultura. Desde que nuestros antepasados se atrevieron a cruzar la sabana africana en busca de una nueva forma de vivir, nuestra especie no ha parado de buscar cambios en su comportamiento y estructura social. Y como especie nos adaptamos a dichos cambios, eso sí, siempre que haya un respeto irrestricto a disentir de los mismos, y que no se nos imponga a la fuerza.
Los cambios sociales no siempre son buenos, hay unos incoherentes y perjudiciales como el aborto legal y "gratuito", la redistribución de la riqueza (que lo único que hace es distribuir pobreza), la abolición de la prostitución, la abolición de las cárceles, el feminismo (el actual o de tercera ola), etc. Todas estas corrientes muy propias de la izquierda progresista. Sin embargo, es de reconocer que es una cuestión de visión e ideología, que en todo caso debe ser respetada.
Estamos hoy a menos de dos meses de las elecciones territoriales. Una cantidad exorbitante de candidatos a alcaldías, gobernaciones, juntas de acción local, concejos y asambleas se encuentran inscritos para tomar las riendas de la administración pública. Sin duda alguna la población joven habilitada para ejercer el voto es muy grande. Algunos, de manera muy astuta, ya saben qué estrategia utilizar y cómo venderse ante el esnobismo juvenil. Es por eso que es muy común ver por estos días a un sinfín de candidatos mostrarse como independientes, animalistas, ambientalistas, feministas, pacifistas, progresistas, lo nuevo, lo novedoso, lo de moda. Todo este buenismo no es más que un astuto juego de palabras para confundir adeptos. Los jóvenes en su mayoría (si es que no son candidatos a algún cargo) caen rendidos tal Julieta en manos de Romeo, deslumbrados ante tamaño discurso de paz e inclusión. Votan con el corazón sin algún asomo de razonamiento y análisis. La mayoría de candidatos "independientes" terminan jugando al partidismo político y recurriendo al discurso populista para lograr saborear la miel del poder. Estos candidatos saben a la perfección que habla de ese palabrerío en el que ni creen, les va a dar voto juvenil.
Curioso resulta que la mayoría (no todos) de estos candidatos con el poder mediático que los favorece cuando no están en campaña nunca muestran un trabajo en pro de esas causas que dicen defender. ¿Será que no están convencidos de la causa que dicen defender? Yo creo que de plano ni creen en la misma, yo creo que nunca les ha interesado el tema.
La experiencia y la realidad muestran que, por lo general, la mayoría de personas que realmente defienden estas causas lo hacen desde el ámbito privado. Qué agradable resulta ver una cantidad de movimientos sociales luchando por cambios sociales positivos, en cambio, el candidato mucho habla y poco hace. Terminamos pagando un jugoso salario con cargo a nuestro bolsillo por hacer muy poco o nada, alimentando su ego y su cuenta. Atropellando libertades, atropellando la razón.
A finales del próximo mes, nos daremos cuenta en qué parará este delirio colectivo, este delirio populista.