El papá de un buen amigo, en una de esas charlas melancólicas me dijo que a los trancazos el pueblo colombiano había salido adelante. Quiso que entendiera, en aquella ocasión, que sin mucho ingenio nuestros abuelos habían interpretado la senda del progreso, aunque este no fuera completo en esta tierra desordenada y problemática; que pese a las dificultades con el tiempo se fueron superando las necesidades, gracias al ímpetu y a las ganas de trabajar que nunca les faltó a las pasadas generaciones.
Al instante comprendí que aquí todo ha sido guerreado, porque sin dejar el espíritu provinciano nos hicimos a las cosas que hoy amparan al hombre que ama la propiedad privada y reconoce a raja tabla el valor del trabajo.
Sin embargo, la berraquera que ha sido el cimiento de esta sociedad atrasada, lamentablemente se ha perdido por una maleza que viene creciendo como flor silvestre: el socialismo del siglo XXI.
Para algunos esta hiedra venenosa es la responsable de las protestas, los paros y la insatisfacción social que reina en cada rincón del territorio nacional. La han cultivado unos hombres que sin tener muchas ideas quieren llegar al poder, lo que no quiere decir que no sean astutos a la hora de cosecharla, porque realmente se han entrenado para que estalle como bomba molotov. En sí, no es más que un discurso maléfico que cuestiona la riqueza y el libre mercado, teniendo como emblema la pobreza de los que ya son pobres y la corrupción rampante propia de todo comunista.
Esta es la roya que quiere acabar con el bienestar del pueblo colombiano, sin embargo, la hacen pasar como la panacea que va aliviar todos nuestros males. Quién iba a pensar que se le iba a dar cabida, cuando aquí siempre se había respetado a la derecha, aunque se fuera conservador o liberal, como el caso mío, que veo con tristeza cómo dentro de las toldas rojas se quiere promover una alianza que favorezca a Petro y a los lagartos que lo rodean.
Es que nadie imaginó que se iba a perder el rumbo así tan feo, viendo figurar a una caterva de oportunistas que nunca han trabajado y que no saben lo que realmente necesita un país como Colombia. Resulta inadmisible creer que a través de ella se va alcanzar progreso alguno, viendo a Cuba y a Venezuela devastadas por unos gobiernos que no se compadecen ni con el hambre de sus conciudadanos.
Ya es hora de que los que están ayudando a cultivar la semilla de la pobreza se preocupen por sus familias, porque una vez que crezca la flor del comunismo ni el demócrata más decente podrá cortarla, viendo con tristeza cómo mal que bien se podía progresar con un sistema que no es perfecto, pero al menos es esperanzador y libertario en el buen sentido de la palabra.
No se puede pensar que nuestro presente, aunque este marcado por la politiquería y la incompetencia, puede ser superado con las ideas de un tipo como Petro, que únicamente piensa en imprimir billetes y volver perezosa a una población que ha dejado de ser berraca gracias a su ambición. Entienda, amigo lector, que solamente con trabajo y con hombres que recuperen la senda podemos salir del lodo que se puede volver más fangoso si la izquierda nos llega a gobernar.