Uno de los insultos que más recibe por parte de sus contradictores uribistas Martín de Francisco, es el de que es un drogadicto. Sin evidencia alguna, los seguidores del expresidente Uribe consideran que todo lo que dicen en redes los hermanos de De Francisco es producto de la ingesta de drogas alucinógenas. Sin embargo, la memoria que tiene Martín de Francisco devela que si algo ha hecho el hermano de la Mencha, es ejercitar y cuidar sus neuronas.
Porque cada medio día, en su programa en la W Radio, puede recordar, como Funes el memorioso, un gol que hizo Néstor Leonel Scottta una tarde en el Pascual Guerrero de 1977. O de escribir con lujos de detalles la campaña victoriosa del Cali de Carlos Salvador Bilardo, subcampeón de América en 1968. Pero lo que más sorprende de De Francisco es lo que sabe de Heavy Metal.
El Metal en estos tiempos de corrección política es el grito radical que desentumece todos los pechos fríos de los milenials, que han creado con su tibieza lo que se considera como la "dictadura de la subjetividad": todo el mundo tiene la razón. Entonces, a punta de Slayer, Metallica o los amados brasileros de Sepultura, Martin convierte en un volcán los soporíferos mediodías colombianos.
Y pensar que Martín no es ningún metalero. Lo de él es el Latin Jazz, la Salsa y si le dieran a escoger entre los redobles de Ray Barreto y el salvaje golpeteo de Lars Ullrich preferiría al bombosero puertorriqueño que al feroz baterista danés. Pero como lo de Martín es provocar, prefiere encarnar el papel de L'Enfant Terrible para escandalizar a Peláez que, como el abuelo sabio y tierno que es, se tiene que aguantar esa maldita música del demonio.
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