Apenas hace menos de año y medio el actual presidente, junto a su grupo político, empresarios, ganaderos, cantantes y personas del común, hacían esfuerzos incesantes para convencer a todos de que eran la mejor opción para dirigir los asuntos internos del país. Al final, en una maratónica y sospechosa elección, el registrador dio el parte de victoria a ese aspirante y su grupo, contabilizando casi veinte millones de votos en menos de cuarenta minutos. Asombroso y loable el esfuerzo.
Después de las alegrías y festines, vino una especie de sorpresa, el presidente nombraba en puestos de alta responsabilidad a personas sospechosas o acusadas de algún delito. Sin embargo, se caló el enunciado porque este pueblo es bueno cuando de creer se trata.
Casi año y medio después la cosa se ha venido derrumbando y ahora hemos llegado al punto del cuestionamiento: ¿habremos elegido correctamente?, ¿es posible que un presidente junto a su grupo político se equivoque tan seguido?, ¿hace parte de una política adquirida con otros gobiernos y está amarrado cumpliendo a esos gobiernos?
Sea lo que sea, la sensatez no es el fuerte en el enunciado presidencial. Algo no está bien que los de a pie no logramos visualizar. Alguien dijo que no se trata de gobierno, sino de propiedad privada. Ellos son empresarios y administran los intereses nacionales como asunto propio. Si es así, entonces hay cierta razón en que los ingresos impositivos de la nación sean tratados como cartera de dicha empresa, anexando que el pueblo vendría a ser algo así como empleados, con un gerente al que llamamos presidente. Y todos sabemos que ningún presidente es dueño del poder que se le atañe. Son los empresarios, los dueños del país, los verdaderos culpables de lo que ocurre con la empresa llamada Colombia: debe producir dividendos, eso es todo. En cuatro años podemos creer que elegimos a otro gerente que se encamina en las mismas, como el eterno cuento del gallo capón.
Esas serían, básicamente, las razones por las que esperamos una vaina y ellos cumplen otra.
De que hay engaños de parte de presidencia y el equipo de gobierno, no hay dudas. Ese comportamientoinicial, cuando aspiraba al cargo (de abrazos con todos, indígenas, religiosos, trabajadores, desempleados, lambones, etc.), cambió. El presidente pasó a convertirse en una especie de enemigo natural del pueblo que lo eligió.
Como es lógico, el pueblo, que dijimos cree en todo, está convencido de que no hay derecho, hay que corregir y administrar por el bien de todos (eso no lo hace la empresa privada). Entonces vienen los conflictos y los señalamientos: paro de camioneros porque les incumplen acuerdos, paro de indígenas porque se sienten burlados, paro de profesores porque se violan sus derechos, paro de religiosos, bueno, estos parece que son los únicos que les cumplen y por eso no paran, el resto sí que parece que están todos jodidos.
En cuanto al señalamiento, el más común es el de comunista (la empresa privada se pelea con esta definición por razones económicas). Y hay los que acaparan el estupor que se propaga en cuanto a lo que posiblemente pueda definir esa palabra, que repiten a viva voz, eso de los paros es de comunistas.
El asunto es que el pueblo va a parar siempre, aparte de la masiva convocatoria del 21 de noviembre, porque espera que el gobierno recapacite, corrija lo que está mal y, por fin, dé muestras de que no es de quienes lo eligieron y lo soportan. Lo que está en duda es que, efectivamente, apliquen la teoría de gobiernos justos encaminados al bien común. De lo contrario, estarían dando la razón a quienes dicen que eso no existe, que se trata de propiedad privada y esta está encaminada en ser productiva solo para sus propietarios, y el que proteste se le envían los vigilantes, en este caso policías y soldados, para dar tranquilidad a los inversores, al fin que tenemos opciones dentro de cuatro años de elegir a otro gerente.