El haber escrito en anterior columna que la concentración de riqueza no necesariamente es indeseable, ha hecho que me pidan aclaraciones por parecer un cambio de pensamiento inesperado ante los antecedentes de mis otros escritos.
Lo que sucede es que estamos en una etapa de transición de un modo de producción a otro, y en esta etapa de la evolución del capitalismo lo que hoy vemos es el de unos niveles de concentración de riqueza enormes donde algunos individuos pueden llegar a ser – o están llegando a ser- tan o más ricos que algunos países-. Y, dentro de sus propios países, la fortuna de un Sarmiento o un Carlos Slim es equivalente a más del patrimonio conjunto del 50% de toda de la población.
Eso está sucediendo y tiene tendencia a seguir sucediendo, porque, por un lado el sector empresarial crece naturalmente alrededor de la concentración del poder en el mercado en el cual operan, y, cuando la propiedad se encuentra en pocas manos, eso lleva a un vertiginoso aumento de riqueza de sus dueños; y por otro lado, porque la etapa o modelo de la Economía del Conocimiento permite creación de fortunas impensables en el mundo de la producción real. (Entre 2020 y 2021 el número de billonarios aumentó en 30% y sus fortunas en 53%)
El ciclo del modelo neoliberal y del ‘capitalismo industrial’ está siendo superado.
De hecho no se dan las premisas que suponían ser condición para generar las bondades del capitalismo (información completa y universal, abastecimiento suficiente de bienes y servicios, competencia perfecta, etc.); sin ellas a lo que se ha llegado desmiente el principio postulado por Adam Smith y columna vertebral de la teoría económica capitalista según el cual “el egoísmo individual se convierte en prosperidad colectiva por la mano Invisible del mercado”. El resultado es lo que hoy se cuestiona y rechaza, la corrupción, en política el clientelismo, y el abuso del poder que nace del acaparamiento de la riqueza.
La validez de las teorías marxista, socialistas o comunistas a su turno son superadas por esta transición a un nuevo modo de producción. Lo indeseable o cuestionable —y lo que llevaba según Marx a la lucha de clases— es que el sistema se basaba en la explotación de un sector de la población por parte de otra: los ricos compraban la capacidad productiva de los pobres al costo que suponía apenas su supervivencia o mantenimiento y se beneficiaban acaparando el mayor valor o plusvalía de lo que producían.
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En el nuevo modo de generación de riqueza no parece cuestionable un Gates o un Soros o un Zuckerberg que contribuyen al aumento de empleo y bienes sin que sea a costa de la explotación de la capacidad laboral de un sector
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Bajo el nuevo modo de producción la mano de obra tiene cada vez menos importancia ante la robótica y la centralidad de la economía en el Conocimento, la información y la creatividad. En cierta medida desaparece la relevancia de la explotación laboral, y deja de ser el centro de lo indeseable del sistema económico.
De otra parte la capacidad de consumo de los multimillonarios es limitada e ínfima en comparación al tamaño de sus patrimonios. Por ese lado no tienen incidencia de importancia en la economía.
En este nuevo modo de producción o de generación de riqueza no parece cuestionable un Bill Gates o un George Soros o un Stephen Jobs o un Mark Zuckerberg o un Bernard Arnauld que contribuyen al aumento de empleo y de bienes a disposición del conjunto de la población sin que esto sea a costa de la explotación de la capacidad laboral de un sector de la misma. Deja de tener la connotación negativa la acumulación o concentración de riqueza en el modelo económico mismo, aunque no desaparece el peligro de que a través de ella se acceda a la acumulación y concentración del poder lo cual sí es inconveniente. Especialmente si, por exageración del concepto de libertad de empresa, la producción que se genera puede ser parásita o aún depredadora en cuanto a la sostenibilidad del medio ambiente.
