En los primeros minutos de su monólogo Acaba Colombia Rivas sonríe y con la picardía que lo caracteriza, agradece a lo que denomina: el efecto Bieri. Se refiere a aquel momento del año 2019 cuando Juan Pablo Bieri, funcionario del gobierno del expresidente Iván Duque tomó la decisión de sacar del aire el programa de Santiago Rivas el de Los Puros Criollos. El proyecto más emblemático de la carrera del artista plástico, presentador, crítico político, humorista.
Lo paradójico del atropello entonces cometido por el entonces gerente de RTVC es que lo consolidó como un personaje esencial para entender la realidad nacional. Por esta razón, para Rivas, ese fracaso de la pretendida censura representa el triunfo de un debate en lo digital que permitió “hacer fuerza por aquello que se siente que están tratando de silenciar”.
Sin embargo, el germen de lo que ahora es este multifacético personaje está en su infancia y adolescencia, época en que le aplaudían todas sus ocurrencias. Que si quería dibujar, rapear un cuento de Rafael Pombo o integrar un grupo de teatro sus padres siempre estarían alentando los sueños del pequeño. El pelado había nacido para comerse el mundo o al menos su patria… y mamá y papá lo intuían. Papá es el crucigramista Alejandro Rivas, a quién, según un artículo de la periodista María Paula Sánchez, le aprendió el valor de la libertad.
Actualmente, tiene 4 premios India Catalina por Los Puros Criollos y un Simón Bolívar por La frontera del amarillismo, especial de su proyecto Presunto Pódcast sobre la migración venezolana. En este capítulo de la serie coordinada por la productora Sara Trejos, el equipo cuestiona la forma estigmatizante en que la mayoría de los medios, o –al menos– varios de los de mayor repercusión, abordan de forma irresponsable las noticias que tienen que ver con los ciudadanos que llegan del vecino país.
El camino de Santiago
Su recorrido comienza con un videoblog virtual llamado Parodiario que hizo que unas amigas suyas lo recomendaran con el actor y director Néstor Oliveros para un proyecto emergente llamado Los Puros Criollos. Que al inicio fracasó estrepitosamente porque Señal Colombia, canal que lo emitía todavía tenía un público muy pequeño.
Por fortuna, todo cambió para la siguiente temporada. No solo el canal ya contaba con exitosos programas como Don Chinche, que era contiguo al de Rivas y dejaba la audiencia lista para sintonía, sino que YouTube y Twitter ya permitían un mayor alcance y se convertían en herramientas idóneas para la promoción.
Rivas ha participado de otros proyectos como la caricatura Pequeño Tirano (sátira sobre la realidad nacional), un programa en Caracol Radio llamado Dos y punto y actualmente aparece en las noches de Canal Capital donde sus monólogos se han vuelto piezas esenciales para análisis de la política local y nacional. En uno de ellos, Lo que quedó de las elecciones presidenciales, emitido al día siguiente de las últimas votaciones, hace un recuento de lo ocurrido en los cuatro años previos con la soltura que lo caracteriza. El día que se cumplió un año del gobierno del presidente Gustavo Petro dedicó un programa entero para evaluarlo con panelistas invitados y en un entorno de mayor seriedad.
Es todo un mago de la puntuación y su éxito está relacionado con sus dobles sentidos y su capacidad de jugar con las pausas colocándolas en inesperados momentos de su retahíla (“Óscar Iván Zuluaga el rey, el rey de TikTok”). Aunque es cierto que esto no es nada nuevo, que ahí radica gran parte de la magia de los monólogos de humor.
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Mandar Colombia a terapia
La tesis central de su monólogo Acaba Colombia es simple: los ciudadanos tenemos que terminar este país, sin derramar una gota de sangre (aclara) y hacer uno nuevo. Pero como esto no va a pasar, la opción B es mandarlo a terapia. ¿Por qué ahora y no antes? Él explica que en realidad tendríamos que haberlo hecho hace rato, solo que ahora la coyuntura histórica permite un debate más tranquilo al respecto. Lo relaciona con el hecho de que aquí la gente todavía cree que ir al psicólogo o al terapeuta es algo que solo hacen los locos y que estar loco es algo imperdonable. “Se habla de eso con un tabú y un miedo que dificulta muchísimo cualquier proceso de sanación”.
La suya es una propuesta osada, pero que nace de una preocupación genuina, una que seguro hemos tenido alguna vez. No parece descabellado concluir que lo que sucede en nuestra patria tiene que ser analizado por un profesional especializado en salud mental. Pero quien habla no es psiquiatra ni nada que se le parezca, sino un ciudadano empático y profundamente preocupado que lleva años analizando e interpelando nuestra realidad. Artista plástico, presentador de televisión, locutor, podcaster, activista y ahora comediante de stand up.
Él entiende que muchas personas están haciendo análisis similares, incluso la cantante María Mulata hace semanas trinó que Colombia TODA necesita terapia (las mayúsculas son de ella). La diferencia es que mientras otros creen en la sobreexplotación del lugar común, por ejemplo, aprovechándose de aquella falacia que dice que en la política los extremos son iguales, Santiago hace observaciones pertinentes y por ello resulta fácil reír incluso cuando no estamos de acuerdo con él. Tampoco se considera pieza fundamental para ello, abraza con cariño a quienes le han dado ese espacio limitándose a hablar desde el lugar más sincero y menos partidista posible.
Acabar Colombia o mandarla a terapia es hacer que se abra, que cuente esas dolencias que no quiere que se digan en voz alta. ¿Pero cómo analizar una patria donde, al igual que en otras patrias latinoamericanas, todos vivimos esa tragedia de tener razón y, por ende, no logramos ponernos de acuerdo? En su espectáculo, Rivas bromea con que no se puede ser muy franco y con que la mejor película para abordar la realidad nacional se llama Colombia magia salvaje porque no hay ningún colombiano en ella. El amigo que me acompaña propone Encanto y la respuesta de Santiago es demoledora: “No sirve, demasiado sincera, tiene paracos”.