La segunda vuelta electoral por la Presidencia de la República entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández será definida, pero para quien menos errores cometa en estas dos semanas, por ello, es importante no equivocarse en la lectura de este momento político y en la estrategia para responder al mismo.
En primer lugar, hay un hecho claro y contundente: la gente votó por el CAMBIO, por cambiar lo que ha significado para Colombia, Álvaro Uribe Vélez y coyunturalmente IVÁN DUQUE, uno de los peores presidentes de la historia. Sin lugar a dudas, este fue el factor decisivo para que se malograra la candidatura de Federico Gutiérrez.
Así que de entrada, lo que más suscita ánimo y esperanza en la campaña del ingeniero Hernández, para ganar la segunda vuelta y alcanzar la Presidencia, es la llegada de los cinco millones de votos de Federico Gutiérrez. Pero estos codiciados votos son, a la vez, su principal motivo de desasosiego y prevención, un dulce envenenado. Esto porque los votos de Fico vienen con Jose Obdulio, con la Cabal, con el clan Char, el clan Aguilar, con Paloma Valencia, Ernesto Macías, con Luis Alfredo Ramos, con Polo Polo, con los Ñoños y los Ñeñes, pero sobretodo, con Uribe y con Duque.
Así que el ingeniero quiere el botín electoral del uribismo para derrotar a Petro, pero sin untarse de uribismo, y eso es como querer mamar leche negando a la vaca. Por tal, el mismo día de su paso a la segunda vuelta, el uribismo en bloque se arropó con la cobija del triunfo. Y Rodolfo les abrió la puerta de tal manera que no solo entraron Uribe y sus secuaces, sino que también salieron los coequiperos decentes, que creían que el ingeniero era una opción de cambio frente al uribismo.
Ante esto, la respuesta del ingeniero Hernández fue una desgastada y deshilvana frase de cajón: “Mi alianza será con el pueblo colombiano” y remató con una frase que, más que una excusa, parecía una confesión: “Yo les recibo los votos, pero no les cambio el discurso. Recibimos a todo el que quiera ayudar”.
Tan evidente e invasiva fue la llegada del uribismo a la campaña de Rodolfo Hernández que su principal apoyo político en el nuevo Congreso de la República, el joven Jota Pe Hernández, su paisano, no quiso ni siquiera salir por la misma puerta que entraron José Obdulio, la Cabal, Uribe y Duque, sino que saltó por una ventana y salió corriendo a las toldas de Gustavo Petro.
Y es que no solamente es el espanto que le da a gente ver al uribismo entrar a la campaña, sino que quienes conocen bien al ingeniero saben que su salud no es la mejor, que desequilibrarlo es demasiado fácil, que tiene atrás varios líos que lo pueden enredar, y que su candidata a la Vicepresidencia no cuenta con experiencia en lo público, ni siquiera para hacer frente a una localidad de Bogotá. Así que la pregunta que muchos se hacen después del triunfo de la primera vuelta es: ¿quién puede terminar gobernando en la realidad? Y ya sabemos, quienes sí tienen experiencia de sobra para gobernar en cuerpo ajeno.
Por su parte, Gustavo Petro debe entender que la segunda vuelta no es la continuación de la primera, y esto implica un cambio rotundo de estrategia y de discurso. La gente quiere ver un líder que sea capaz de dejar a un lado la polarización y, que más que de “la paz”, hable también de reconciliación entre todos los colombianos.
Y, si bien es cierto, la campaña debe centrar esfuerzos en evidenciar el uribismo de Rodolfo Hernández, lo cual es algo tan fácil, al punto que lo están haciendo los líderes uribistas y el mismo Uribe. Lo que no pueden seguir permitiendo, por ningún motivo, es que Petro se desgaste en este rifirrafe, ni en otras discusiones dañinas acerca de lo machista, xenófobo, ignorante, retrógrado y violento que ha demostrado ser el ingeniero, para eso sobran víctimas de sus agresiones, y lo único que hay que hacer es facilitarles la tribuna pública durante estas dos semanas.
Gustavo Petro en segunda vuelta debe ser el líder de la reconciliación; el uribismo ya fue derrotado y ahora queda por delante elegir una propuesta que cierre heridas y permita su cicatrización.